El Santísimo Cuerpo Y Sangre De Cristo
La Eucaristía, fuente di vida
Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo»….. Jesús les respondió: « ….El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, ….permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí …. El que coma de este pan vivirá eternamente». Jn 6,51-58
La vida terrena inicia y termina con el cuerpo, como una vela que al final se apaga. Dios, para revelarse completamente al hombre, se encarnó en el cuerpo de Jesús de Nazaret, quien nos ha salvado ofreciendo su cuerpo en la cruz, y e Padre lo ha resucitado con su cuerpo. Subió a los cielos con su cuerpo, ha constituido la Iglesia que es su cuerpo místico y ns ha dejado como don su cuerpo eucarístico. Como el cuerpo de Crsto resucitado, que está presente en el pan y en el vino de la Eucaristía, nos da la vida, es un misterio que no se puede explicar: se puedo sólo vivir y, viviéndolo, lo tomamos en cuenta. La primera creación ha comenzada con la prohibición de comer el fruto prohibido, la salvación se lleva a cabo con el mandato de comer la Eucaristía. Nadie es digno, pero si la recibimos nos hacemos menos indignos. Ese pan partido nis da la fuerza para caminar, todos los días, por los caminos del mundo, y tiene el poder de hacer crecer en nosotros siempre mas la nostalgia de Dios, por la cual al fina dejamos con alegría nuestro cuerpo, para ir a encontrarnos con Dios en la eternidad. Desde cuando vamos a recibir la Eucaristía en el santuario de Saronno, nuestra vida se ha llenado de una plenitud diversa; pero no sólo nuestra vida. Escuchemos este testimonio de monseñor Riboldi, obispo de Acerra. “En un camino terregoso encuentro siempre, en la mañana, a una mujer anciana. Camina bien derecha apoyada en sus muletas, que le facilitan su camino. Un día me detuve y le pregunté dónde iba. Ella me contestó: “Todas las mañanas voy a la misa a recibir la Eucaristía. Tengo 80 años. Desde que era joven tengo la costumbre de no dejar pasar un día sin recibir la Eucaristía. Me cuesta trabajo. No quiero que alguien me acompañe, porque mientras camino siento el gusto y la alegría de recibir a Dios en mi corazón y al regresar siento la alegría de estar con Jesús. Y no me canso porque siento que Él me sostiene”. Ante mi sorpresa me dijo: “Padre, en la vida puede uno dejar de hacer tantas cosas, que con frecuencia no saben a nada o no satisfacen. Pero no podemos dejar de amar y de ser amados. Y si el que te ama es el Señor, que envuelve tu vida, esto te hace volar. ¿Y usted quiere que no me deje llenar del amor de Dios? Es el don más bello que me da Dios. Y esta caminada que hago porque me parece que es una caminada hacia el cielo. ¡Di la gente comprendiese!” Bajó la cabeza y se fue contenta a recibir “el pan de la vida”. ¡Si de veras la gente lo entendiera!