III Semana de Cuaresma – Domingo
El encuentro con el Señor
Jesús, fatigado del camino, se había sentado junto al pozo. Era la hora del mediodía. Una mujer de Samaría fue a sacar agua, y Jesús le dijo: «Dame de beber». Sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar alimentos. La samaritana le respondió: «¡Cómo! ¿Tú, que eres judío, me pides de beber a mí, que soy samaritana?». Los judíos, en efecto, no se trataban con los samaritanos. Jesús le respondió: «Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: «Dame de beber» …. Jesús le respondió: «El que beba de esta agua tendrá nuevamente sed, pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más volverá a tener sed. El agua que yo le daré se convertirá en él en manantial que brotará hasta la Vida eterna»…. La mujer le dijo: «Yo sé que el Mesías …. Jesús le respondió: «Soy yo, el que habla contigo». …. La mujer, dejando allí su cántaro, corrió a la ciudad. Jn 4,5-28
Para Mateo fue el banco de los impuestos, para Pedro fue la playa del mar de Galilea, per la samaritana el pozo de Siquem, para mí fue la sala de del orfelinato de las hermanas de locri, in Calabria. Hay para todos un lugar donde el Señor pasa y llama. Era el mes de noviembre de 1972, éramos jóvenes. Habíamos pedido al tribunal de menores de Milán y a su presidente, el Dr. Orsi, y había llegado la propuesta de adoptar una niña de Locri antes de Navidad. La razón fue que muchos de los niños habían ido a pasar algunos días con sus familias, y est niña se había quedado solo a llorar en el instituto. Nos telefonearon y fuimos inmediatamente. La mamá de la niña era feliz, pero yo no tanto, porque la adopción no me atraía mucho. Yo había sólo aceptado de firmar la demando para condescender con el deseo de la mamá de la niña, pero en mi corazón esperaba que aquella práctica se bloquese, como sucede a veces. Pero la práctica no se bloqueó, y así tuve que partir en tren, con la mamá que estaba ya en el octavo mes de estar en cinta, es pera de Juan Felipe. El día siguiente me encontraba ya en la sala del instituto, pero no estaba preparado a aquel encuentro, comono lo estaba la samaritana cuando fue al pozo. “Si tú conocieras el don de Dios y quien te pide de beber”. Estas palabras nadie las ha pronunciado en la sala, pero era como si estuvieran suspendidas en el aire. Las hermanas y la mamá sonreían felices. María Carmela me sonreía con ojos muy abiertos, y yo estaba ahí, bloqueado como la samaritana con dl jarro en la mano. En aquellos momentos que me parecían infinitos, me vino a la mente un pensamiento que contenía toda la verdad. En María Carmela advertí una presencia diferente, y mentalmente me dije: “”Señor, recibo a esta niña como si te recibiera a ti”. Le tomé una mano y la mamá la otra y nos la llevamos a la casa. Hoy, cuando revivo aquel momento, yo sé que en aquella niña me esperaba el Señor. Estamos sólo ella y yo en aquella sala; todos los demás había desaparecido. Aquel día mi vida cambió: comenzó otra historia. Hoy, cuando vemos el relato de la samaritana, entiendo qué quiere decir: “Si tú conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: dame de beber”.