V semana del Tiempo Ordinario – Miércoles
Creación del hombre y ecología
Cuando el Señor Dios hizo la tierra y el cielo, aún no había ningún arbusto del campo sobre la tierra ni había brotado ninguna hierba, porque el Señor Dios no había hecho llover sobre la tierra. Tampoco había ningún hombre para cultivar el suelo, pero un manantial surgía de la tierra y regaba toda la superficie del suelo. Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente. El Señor Dios plantó un jardín en Edén, al oriente, y puso allí al hombre que había formado. Y el Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles, que eran atrayentes para la vista y apetitosos para comer…. El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Gn 2,4b-9.15
Algunos científicos sostienen con mucha insistencia que el orígen del mundo haya ocurrido en modo distinto del narrado en el libro del Génesis. Pero los que son ilumidados por la fe reconocen que la narración del Génesis no está en contraste con lo que parece haya ocurrido. Es suficiente leerlo en modo simbólico-espiritual y dar a los breves tiempos del libro el significado de millones de años. El hecho de que los libros de la Biblia no tengan bases científicas lo ha bien explicado Galileo Galilei cuando, acusado de creer en la teoría eliocéntrica copernicana, en contraste con la precedente geocéntrica tolemaica que parecía confirmada por un pasaje de la Sagrada Escritura, dijo: “La Biblia nos enseña como ir al cielo, y no como anda el cielo”.
Concientes de esta verdad, tanto el hebraísmo como la iglesia han combinado, sin especiales problemas, el primer capítulo del Génesis, sacado del Código Sacerdotal, con el segundo que proviene de la tradicción yavista. Por este mtivo en los primeros capítulos la creación del hombre es narrada en dos maneras diferentes, aunque no en contraste entre ellas. El pasaje de hoy explica como Dios, soplando su aliento en el cuerpo del hombre, quiso hacer de él un ser inteligente y espiritual, al punto de poderle asignar la custodia de su creación, el jardín del Edén.
Al hombre el Señor ha confiado la tierra para que la cultivara y la custodiara, sacara de ella su sustento, haciéndolo idóneo para satisfacer sus necesidades a través de los tiempos. En práctica al hombre ha sido confiada la continuación del acto creativo de Dios. Al hombre no ha sido confiada solo el cultivo, sino también la custodia. En este versículo del Génesis está enraizado el discurso ecológico cristiano. Respetar y tener cuidado de la creación, además de ser una conveniencia del hombre, es también el mandato de Dios.