ESFS031

II semana del Tiempo Ordinario – Domingo

Jesús de Nazaret, el Cordero de Dios

Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel». Y Juan dio este testimonio: «He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo». Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios». Jn 1,29-34

En las religiones lo que los hombres han escogido para unirse a los dioses fue el sacrificio, casi siempre un animal, un cordero dócil el más indefenso de todos. En el mundo pagano, sin embargo, la iniciativa de dicho sacrificio, el deseo de los hombres era poder entrar en comunión con la divinidad. En la historia de la salvación, que ha tenido su origen en Abraham, Dios mismo ha manifestado su designio de unirse al hombre por el amor para anular así la distancia con la humanidad, llevándolo hasta sus extremas consecuencias. Las iniciativas de Dios fueron dos: la primera es el perdón completo y total de nuestro pecado, que desde el principio nos alejaba de Dios; la segunda fue el ofrecimiento de su Hijo, Jesús de Nazaret, como víctima sacrificial, quien muerte en la cruz para pagar por nuestros pecado. Jesús, desde la cruz, perdona todos nuestros pecados diciendo: “Padre, perdónales por que no saben lo que hacen”. (Lc. 23,34). Ésta fue la estrategia de la salvación de Dios, que en nuestro texto de hoy, Juan el Bautista nos anuncia: “¡He aquí el Cordero que quita el pecado del mundo!” Este acto de amor y perdón llegan a su última expresión en la Cruz, aunque esto no fue el último evento de la historia de la salvación. Este último evento fue la resurrección de Jesús, el triunfo de Dios y a salvación total del hombre, ya que Jesucristo, además de redimirnos, nos ha redimido y llevado a una vida nueva.

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