1 de enero – María, Madre de Dios
La fiesta de la Santísima Virgen María
Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de que decían los pastores.Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que habían recibido. Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se el puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el Angel antes de su concepción.Lc 2,16-21
Hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Los pastores, advertidos por los ángeles, llegan a la choza de Belén y encuentran a María, José y al niño, que yace en el pesebre. Es una escena maravillosa: Dios nace en la paz de un establo, entre el estupor de los pastores, lejos del ajetreo y el bullicio del hotel, lleno de personas que vienen de todas partes con motivo del censo promulgado por César Augusto. Si también nosotros, en estos días, hemos logrado aislarnos un poco de la confusión de la ciudad y hemos encontrado el tiempo venir a contemplar el nacimiento, colocado en corredor y, a menudo sacudido por terremotos provocados por los nietos más pequeños; hemos gustado un poco de aquella paz y hemos entrado en el misterio de la Navidad. A mí me ha sucedido. Aquellos personajes de yeso, en el silencio de la oración, se han animado y me han trasportado en el clima de Navidad, como en el Evangelio de hoy y al lado de los a los pastores. Ha sido una inmersión, no un camino. Ahora que la fiesta ha terminado y se reanuda la vida de cada día, ruego al Señor que nos haga vivir, en los próximos días, la alegría festiva de los pastores que regresan a sus rebaños, alabando a Dios, y alternando con aquella más tranquila y más profunda de María, quien conservaba todas “estas cosas y las meditaba en su corazón”. Son dos actitudes que se alimentan mutuamente: la alegría infantil de los pastores durará en el tiempo, si será alimentada por aquella más consciente de María, la cual, en los treinta años de la vida oculta en Nazaret, quizás ¡cuántas veces habrá vuelto a pensar en la choza de Belén, para reencontrar el espíritu de aquella noche, el encanto gozoso de aquella maternidad! Hoy se celebra la fiesta de esta Mujer hebrea que, después del “Sí” de la Anunciación, ha trascurrido una vida en la normalidad y en el silencio, y que pero siempre estuvo presente en los momentos de la fe en Caná, cuando Jesús ha iniciado la vida pública, bajo la cruz y en el cenáculo, el día del Pentecostés. Desde hace dos mil años, hasta nuestros días, María Santísima ha siempre participado activamente en la historia de la Iglesia, apareciéndose en países diversos, para iluminarnos, para exhortarnos y para hacernos reemprender el camino todas las veces que nos volvemos débiles o que hemos perdido su camino. ¡Sea bendita, hoy y siempre, la llena de gracia!