Tiempo de Adviento – 24 de diciembre
El verdadero significado de la Navidad
Entonces Zacarías, su padre, quedó lleno del Espíritu Santo y dijo proféticamente: «Bendito sea el Señor, el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador en la casa de David, su servidor,…..Y tú, niño, serás llamado Profeta del Altísimo, porque irás delante del Señor preparando sus caminos, para hacer conocer a su Pueblo la salvación mediante el perdón de los pecados; gracias a la misericordiosa ternura de nuestro Dios, que nos traerá del cielo la visita del Sol naciente, para iluminar a los que están en las tinieblas y en la sombra de la muerte, y guiar nuestros pasos por el camino de la paz». Lc 1,67-79
Paseamos por las calles de la ciudad entre insignias luminosas, negocios iluminados. La gente cargada de paquetes colorados se nos cruzan y nos auguran «Feliz Navidad!»… Los periódicos, la televisión y todo el mundo de la comunicación y del espectáculo, todos nos auguran: «Feliz Navidad». Dondequiera encontramos personas vestidas del Santa Claus y no existe casa donde no haya un arbolito brillando con luces y bolas coloradas. «Feliz Navidad»: en todas partes hay manifestaciones de alegría que alientan el corazón, suscitando esperanzas, júbilo en los pequeños y en aquellos que saben hacerse pequeños. Si este ambiente de fiesta, que ilumina el corazón del invierno, no se reduce sólo a esto, es cosa bella. Existe aún algo más: el riesgo de transformar la Navidad en una fiesta fuera de su verdadero significado y del poder de regenerarnos en el espíritu. El hombre, cada vez más cansado y oprimido, tiene un deseo profundo de vivir la Navidad, buscando momentos de silencio y de meditación para prepararse a acoger al Señor que viene. Este cántico de Zacarías, lleno de gozo por la felicidad del nacimiento de aquel Niño que de grande será Juan el Bautista, nos indica el camino para recuperar el sentido verdadero de la Navidad. Encontramos, entonces, dentro de nosotros, los momentos de silencio para meditar el maravilloso acontecimiento de la Navidad, como se nos viene anunciado en El evangelio de hoy: «el Dios de Israel, porque ha visitado y redimido a su Pueblo, y nos ha dado un poderoso Salvador». Esta verdad de fe que, en Jesús de Nazaret, Dios entra a formar parte de nuestra humanidad, tiene necesitad de tiempo y silencio para crecer y echar raíces en nuestro corazón. Tiempo y silencio, para hacer nacer en nosotros aquel Niño, que una vez crecido, “serás llamado Profeta del Altísimo porque irás delante del Señor preparando sus caminos”. Esta es la manera para convertirnos en testigos del Evangelio, en los ambientes en los cuales estamos llamados a vivir. “Haz, Señor, que este cántico de Zacarías, se convierta nuestro canto, y nuestro testimonio gozoso”.