XXVII semana del Tiempo Ordinario – Domingo
El demonio hace ollas, pero no tapaderas
¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches, clamaré hacia ti: «¡Violencia», sin que tú salves? ¿Por qué me haces ver la iniquidad y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia. El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad. Ha 1,2-3; 2,2-4
Hoy leemos el libro de Habacuc: lo conocemos relativamente ya que de este profeta no se tienen noticias ciertas. Si sabe únicamente que libro resale al siglo VII a.C. El texto de hoy anuncia una verdad de grande consolación para el hombre justo de todos los tiempos: la prosperidad que viene del mal es efímera. La respuesta del Señor a la pregunta del profeta al principio: “¿Por qué me haces ver las iniquidades y permaneces como espectador de la opresión? es una pregunta que el hombre se ha hecho siempre y ha llevado a los grande filósofos a concluir que Dios no existe, o por lo menos es extraño a las dificultades humanas, y por tanto no puede ser el Dios-Amor proclamado en el evangelio. En el texto de hoy, el Señor dice al profeta: “Sucumbe aquel que no tiene el ánimo recomendado, mientras que el justo vivirá por su fe”. Ochocientos años después, San Pablo dará la misma respuesta con palabras muy diferentes: “En eso, de hecho, se revela la justicia de Dios, de la fe a la fe, como está escrito: El Justo vivirá por su fe” (Rm 1,17). La justicia – que Pablo y Habacuc identifican con la salvación, no se realiza en la eternidad, sino que ya está en acto y evoluciona continuamente con progreso de la fe, o usando las palabras del Apóstol, pasando “de fe a la fe”. Sabiendo que la fe encierra en sí misma la justicia y la salvación de Dios, nos preguntamos si, también en nuestros días terrenos esté destinado a sucumbir “el que no tiene ánimo recto”, como anuncia hoy el Señor al profeta Habacuc. La respuesta en base a nuestra experiencia es: “¡Sí!, si no sucumbe antes, sucumbirá en punto de muerte.
La señora Rita, jefa del reparto Hospicio del hospital de Busto Arcisio, instituido para acompañar el deceso a los enfermos en estado terminal, cuando hemos asistido a nuestra amiga María, nos decía: “No es imaginable cómo la muerte sea un momento de grande verdad: cuando está por pasar a la otra vida, las personas no pueden fingir y, si no tienen la conciencia tranquila, combaten hasta el final para no morir antes de haber finalizado su dependencia en la vida. Si no puede poner un remedio, piden ser perdonadas. Pero el que está en paz con sí mismo, cierra los ojos y se duerme sonriente”. En nuestra amada Toscana una vez circulaba este proverbio: “El demonio construye las ollas, per no las tapaderas”. De verdad, él no quiere que existan las tapaderas, porque es tan perverso que desea el mal aún para los que han escuchado sus insinuaciones.