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14 de Septiembre – Exaltación de la Santa Cruz

Los sentimientos de Jesucristo 

Tengan los mismos sentimientos de Cristo Jesús. El, que era de condición divina, no consideró esta igualdad con Dios como algo que debía guardar celosamente: al contrario, se anonadó a sí mismo, tomando la condición de servidor y haciéndose semejante a los hombres. Y presentándose con aspecto humano, se humilló hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte de cruz. Por eso, Dios lo exaltó y le dio el Nombre que está sobre todo nombre, para que al nombre de Jesús, se doble toda rodilla en el cielo, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame para gloria de Dios Padre:«Jesucristo es el Señor». Flp 2,5-11

Este himno de Pablo al misterio de Jesucristo, Hijo de Dios, es uno de los textos más sublimes de la Sagrada Escritura. Inicia con una exhortación: “Tengan los mismo sentimientos de Jesucristo”, después de estos sentimientos nos describe tres. Meditemos las palabras de San Pablo para tratar de entenderlos y hacerlos nuestros. El primero: no consideremos como nuestro lo que somos y tenemos como si fuera fruto de nuestros méritos, porque Jesucristo “no consideró esta igualdad con Dios”. El segundo es la capacidad de despojarse del propio egoísmo “tomando la condición del servidor” del prójimo. El tercero: humillarse haciéndose obediente al proyecto de Dios “hasta aceptar por obediencia la muerte y muerte en la cruz”. Son tres exhortaciones que definen un programa de vida y,  vivido en modo radical, al final tienen un premio grande por parte de todos: en el cielo por parte d Dios y en la tierra por parte de los hombres, aún después de la muerte. Es el camino que han seguido los santos: Pablo, Pedro, Madre Teresa de Calcuta, Papa Juan Pablo II, el doctor José Moscatti, padre Arturo y muchos otros que no conocemos, pero que resplandecen ante el Señor como estrellas en el cielo. ¿Cómo es posible tener estos sentimientos de Jesucristo, se nosotros no los hemos tocado? Pensamos que el único camino es reconocer su grandeza aunque no podamos alcanzarla, comenzando de estos sentimientos, como nos dice Pablo en otra de sus cartas, aunque tengan un premio molto diferente del nuestro; orar para que el Señor nos los haga vivir. Es un programa maravilloso, que podemos obtener solo mediante la oración. En la oración nosotros podemos decir al Señor: “Señor, yo soy una pobre persona: quisiera ser grande, pero soy pequeño: quisiera ser bueno, pero no lo soy; quisiera ser generoso, pero veo que soy egoísta; quisiera tener la fe que no tengo. Ayúdame Tú”. Delante de una oración como ésta no podemos ni siquiera imaginarnos de qué sea capaz el Señor.

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