XXIII semana del Tiempo Ordinario – Domingo
Comunión de fe y relaciones humanas
Prefiero suplicarte en nombre del amor, Yo, Pablo, ya anciano y ahora prisionero a causa de Cristo Jesús, te suplico en favor de mi hijo Onésimo, al que engendré en la prisión. Te lo envío como si fuera yo mismo. Con gusto lo hubiera retenido a mi lado, para que me sirviera en tu nombre mientras estoy prisionero a causa del Evangelio. Pero no he querido realizar nada sin tu consentimiento, para que el beneficio que me haces no sea forzado, sino voluntario. Tal vez, él se apartó de ti por un instante, a fin de que lo recuperes para siempre, no ya como un esclavo, sino como algo mucho mejor, como un hermano querido. Si es tan querido para mí, cuánto más lo será para ti, que estás unido a él por lazos humanos y en el Señor. Por eso, si me consideras un amigo, recíbelo como a mí mismo. Flm 9-10.12-17
Onésimo, un esclavo de Filemón – rico señor de Colosio, convertido por Pablo – había huido de él. Por fortuna había ido a Roma y se había encontrado con Pablo quien, anunciándole el evangelio, lo había generado a la fe. Pablo, sin embargo, decide mandarlo de nuevo a su dueño con una carta de la cual está tomado el texto de hoy. El apóstol Pablo ya era anciano y encadenado en la cárcel por el evangelio, quisiera retenerlo para que le ayudara en la prisión, pero prefiere mandarlo a Filemón, a quien recomienda no considerarlo ya como esclavo, sino como a “un hermano en el Señor”. En su carta Pablo no le pide que lo deje libre, porque no quiere fuerza la mano de Filemón, pero su deseo es que Onésimo sea liberado.
Gracias a Dios, en los países desarrollados, no existe ya la esclavitud, pero existe hoy algunas circunstancias de esclavitud, a las que este texto puede responder. ¿Cuál debe de ser en una hacienda la relación entre el titular y el dependiente, si ambos llegan a la fe? Habiendo vivido esta experiencia de persona, digo inmediatamente que no es una situación fácil. En una hacienda existen relaciones jerárquicas consolidadas, que están a la base de su funcionalidad. Alterarlas o substituirlas con la hermandad en la fe, puede producir problemas, que son más difíciles de resolver cuando se refieren a las esferas del mando y la relación entre el titular y los demás dependientes, que no puede ser diferenciado a causa de la unión en la fe. Este argumento se coloca en uno más general que concierne la relación entre los hombres y el motivo o, como se usa decir hoy, el “contenido” de la misma. Regresando al argumento del ambiente de trabajo, la hacienda debe salvar la bondad y la competitividad de los productos, además de mirar a las buenas relaciones entre las maestrías y estas y el titular. Si una relación en la fe va en tal dirección es un bien, de otra manera hay que corregirlo.
En mi experiencia profesional me ha sucedido ver el deterioro de los productos en la medida de las relaciones humanas alteradas y alteradas, y de relaciones privadas diversas de las profesionales. Durante la fase del andamiento de una central termoeléctrica, he tenido que quitar de su encargo a más de un trabajador quien, por desacuerdos ideológicos con el responsable del andamiento del trabajo, creaba no pocos problemas. Se necesita mucha sabiduría para conyugar mejor las relaciones laborales con los hombres.