XIV semana del Tiempo Ordinario – Jueves
El Evangelio vivido, literalmente
Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca. Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, purifiquen a los leprosos, expulsen a los demonios. Ustedes han recibido gratuitamente, den también gratuitamente.No lleven encima oro ni plata, ni monedas, ni provisiones para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón; porque el que trabaja merece su sustento.Mt 10,7-10
El evangelio de hoy es una continuación de ayer. Completa el mandato de evangelizar, mediante la adición de dos aspectos estrechamente relacionados con la misión: el poder de hacer milagros y curaciones, y el abandono en la Providencia, porque el trabajador del Señor, como todos los trabajadores, tiene derecho a ser pagado. Estos dos aspectos siguen siendo válidos, ¿o deberían considerase limitados sólo a aquellos primeros discípulos que han recibido el mandato directo del Maestro? La respuesta inmediata es la siguiente: si hubiera en evangelio en una sola palabra caducada con el tiempo, estaríamos autorizados a poner en discusión toda palabra. Es, como cuando mis padres, cuando era más chico, me daban un vaso de vino fuerte, la tentación era la de ponerle agua para no emborracharse. Sería una lástima, ya que perdería gran parte de su sabor y su fuerza: el Evangelio, como el buen vino, se bebe puro. Pero volvamos a nuestros dos argumentos, empezando por el de los milagros y curaciones. Aparte del significado simbólico que tienen los enfermos, los leprosos y los muertos, a veces nos preguntamos si se tiene que llevar a la letra hoy lo de hacer milagros, curaciones y exorcismos. La convicción que hemos desarrollado a lo largo de los años es que, para las enfermedades y situaciones del mal, debemos orar, y, acto seguido, podemos dar testimonio de que de milagros de sanación hemos visto muchos, pero no siempre. Creemos, sin embargo, que la diferencia de los resultados no se debe a razones de fe, sino al hecho de que la voluntad del Señor a veces pasa a través de caminos muy distintos a los nuestros. Por cuanto a nosotros reguarda, sin embargo, la recompensa justa prometida a los trabajadores del Evangelio, debemos reconocer que nuestro compromiso con la evangelización no nos ha impedido de educar y criar a catorce hijos, ni de poseer las casas y los coches idóneos para nuestras necesidades, e incluso nos dieron vacaciones un lugares normalmente reservados a los ricos. Puedo decir honestamente que la página del Evangelio de hoy puede ser acogida y vivida al pie de la letra, tal como es. A condición de que se tenga fe.