IV semana de Pascua – Domingo
Escucha la voz del Señor
Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa». Jn 10,27-30
Cuando en la mañana la gente sale de su casa y toma la metropolitana, los jóvenes para ir a la escuela y los adultos para ir a su trabajo, parece una grey que va de un lugar a otro de la ciudad. Durante el día vivimos losmismos problemas, nos alimentamos con el mismo pan, leemos las mismas noticias de los periódicos y la televisión nos trrasmite los mismos eventos; por la tarde entramos a nuestras casas cansadoscomo a nuestro rebaño, listos para regresar al día siguiente na nuestras labores cotidianas, una jornada igual a la orecedente. Es el drama del universo, no solamente del hombre: “Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece. El sol sale y se pone, y se dirige afanosamente hacia el lugar de donde saldrá otra vez. El viento va hacia el sur y gira hacia el norte; va dando vueltas y vueltas, y retorna sobre su curso. Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al mismo lugar donde van los ríos, allí vuelven a ir. Todas las personas están gastadas, más de lo que se puede expresar. ¿No se sacia el ojo de ver y el oído no se cansa de escuchar? Lo que fue, eso mismo será; lo que se hizo, eso mismo se hará: ¡no hay nada nuevo bajo el sol!” (Qo 1,4-9).
Y Santiago Leopardi, que era pesimista, y no tenía nada que envidiar a Qohelet, aunque admirando el expectaculo de la luna, no pudo menos que exclamar: “¿No estás cansado de volver a tus labores diarias? ¿No te cansas de admirar estos vales?” ¿Es posible trasformar nuestros días, aparentemente iguales y monótonos, en una aventura siempre jueva, aún haciendo siempre las mismas cosas?
Es posible y el evangelio de hoy nos enseña el modo para trasformarlos. Necesitamos no hojear sólo el periódico y encender la televión, para escuchar la voz del Señor.que cada día nos llega en mil maneras, y aunque la via maestra es la Escrituras: “Mis ovejas escuchan mi voz”. Aunque siguiendo siemre el mismo camino, hay que aprender a seguirlo, pues Él nos precede entre la gente y vive en las personas que encontramos: “Yo conozco a mis ovejas y ellas me siguen”. Concédenos, Señor, saber escuchar, en la apatrente monotonía de los días, tu voz que abre a nuestro corazón sentimientos nuevos y nos hace admirar los mismos escenarios con espíritu siempre diferentes: las auroras, los crepúsculos, el viento y los monetes, el acercarse de las estaciones, las personas que van aprisa con sus pensamientos y sueños. Danos, Señor, el poder reconocerte en las personas que enconytramos cada día a lo largo de nuestro camino. Concédenos la conciencia de vivir una vida eterna de manera que nadie nos la quite de las manos. Y concédenos creer que Tú y el Padre son una misma cosa, de manera que siguiéndote durantes nuestras jornadas, al final, podamos regresar felices al puerto del cual un día hemos salido.