ESFS127

I semana de Adviento – Domingo

Vigilar para no perder la dirección

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre». Lc 21,34-36

El tiempo presente no es una sala de espera de un aeropuerto, donde no hay otra cosa más que hojear alguna revista, sino el avión mismo que nos lleva a nuestro destino. Nosotros somos los pilotos de ese avión, quienes tenemos el deber de dirigirlo a la destinación justa, para que aterrice en el país donde el Señor nos ha precedido. Durante el viaje, mientras rezamos al Spiritu para que nos haga como un radar para no perder la dirección, tenemos que hacer las maniobras del pilotaje. El sentido de la vigilancia y de la espera operante es todo lo que necesitamos: oración y acción. Esas las respuestas dell hombre dew fe al interrogativo angustioso del Qohèlet: “¡Vanidad, pura vanidad! ¡Vanidad, pura vanidad! ¡Nada más que vanidad! ¿Qué provecho saca el hombre de todo el esfuerzo que realiza bajo el sol? Una generación se va y la otra viene, y la tierra siempre permanece.” (Qo 1,2-4).

El Qohèlet simboliza al hombre que, aunque haya obtenido una sabiduría humana, no ha encontrado la fe todavía en el Señor, mientras que el que cree en el mensaje evangélico es veradaderamente sabio y trabaja para cambiar el mundo que lo rodea. A la luz del texto de hoy y de estos convensimientos , nos preguntamos entonces qué cosa signifique y cuál sea nuestro obrar.

A nosotros nos parece que el mandato global de Jesús se pueda sintetiuzar como un abrar en tres direcciones. La primera es la de inserirse activamente en la Iglesia, trabajando para que la comunidad de los creyentes esté unida y en ella se pratique la caridad que, como dice San Pablo, es el cúlmen de la perfección. La segunda es el anuncio del Evangelio a todos: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación” (Mc 16,15).

 La tercera es buscar siempre la justicia social en la caridad.: ”tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver…. Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mt 25,35-40).Si este es el mensaje global del Evangelio, nuestra oración tiene que pedir al Espíritu la fuerza para que lo sigamos en plenitud.

Creemos que sobre este modo de obrar nos debemos verificar todos: la Iglesia como Iglesia, las familia como familias y las personas como personas. Si pensamos que que nuestro modo de entender el mandato  sea diferente o inexistente, debemos sólo aumentar la oración que es la fuente de toda acción espiritual. Pensamos que sea éste el modo de retomar en mano los  comandos de nuestro avión para dirigirnos al lugar donde el Señor nos espera. 

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