XXIX semana del Tiempo Ordinario – Sábado
Los obreros del Señor
Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y nos encontró. Dijo entonces al viñador: «Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no encuentro. Córtala, ¿para qué malgastar la tierra?». Pero él respondió: «Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás»». Lc 13,6-9
Cuando Jesús contó esta parábola por primera vez, tenía en mente no sólo el pueblo de Israel, cuyos jefes religiosos lo habían rechazado como Mesías, sino también tantos obreros, sino también tantos obreros que en el trascurso de los siglos serían llamados a colaborar en su plan de salvación. Para que esto se realice es necesario que todos traigan sus resultados, de otra manera será sustituido por otro, como en la parábola de hoy el dueño de la higuera amenaza aquella higuera que desde hacía tres años no producía frutos. Cuando como joven ingeniero ejercía el oficio de Project Manager, al inicio del proyecto, el presidente de la sociedad me llamaba para decirme: “Este es el proyecto que realizar; este es el budget que tienes a tu disposición y éste es el tiempo que hay que emplear. Escoge tus colaboradores, y haz un buen trabajo, y cada mes m una relación para informarme sobre los problemas que encontrarás”. Un apretón de manos y yo regresaba a mi oficina a estudiar el proyecto y a organizar a mis colaboradores, tratando de ver que tuvieran estas características: experiencia, buena voluntad y capacidad de trabajar con los demás. Si veía que durante el trabajo un colaborador, por cualquier motivo, no producía frutos, estaba obligado a quitarlo de ese lugar y ponerlo en otro. Lo importante era la realización del proyecto. La parábola de hoy nos dice que el Señor obra de la misma manera, pero con una diferencia: de las tres características necesarias para ser un buen colaborador a él le interesaba más la buena voluntad. La experiencia y la capacidad para hacer un buen trabajo las da el Espíritu Santo.
Por lo que se refiere al perfil profesional, el Señor prefiere a los simples y pobres, no a los grande profesionistas, ya que a la formación Él la realiza. Es importante solo la buena voluntad. Cuando ésta falta, el Señor escoge otros colaboradores, ya que el plan de la salvación no se puede detener.