ESFS110

XVIII semana del Tiempo Ordinario – Domingo

La eucaristia, fuente de energía divina

Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaúm en busca de Jesús.  Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo llegaste?».  Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.  Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre … Ellos le preguntaron: «¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?».  Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado»….  Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo».  Jesús respondió: «Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;  porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo».  Ellos le dijeron: «Señor, danos siempre de ese pan».  Jesús les respondió: «Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed.  Jn 6,24-35

Acerquémonos a esta página del evangelio quitándonos las sandalias, como Moisés delante de la zarza ardiente: “Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró …. Allí se le apareció el Angel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza….. Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!». «Aquí estoy», respondió el. Entonces Dios le dijo: «No te acerques hasta aquí. Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa».»(Ex 3,1-5). Quitarse las sandalias quiere decir que tenemos que abandonar toda protección, tono prejuicio, nuestra idea de Dios que nos hemos hecho para ser libres de entender el misterio revelado por el evangelio de hoy.

El mensaje es éste: “Mi Padre les da el verdadero pan del cielo”, don de la Providencia que cada día encontramos en nuestra mesa. Este pan es la Eucaristía, que viene del Padre y tiene el poder de conducirnos al Padre. Después de la encarnación del Hijo de Dios en la persona de Jesús de Nazaret, la Eucaristía es el segundo don del Padre a los hombres. Son dos misterios que han cambiado –y cambian todos los días – nuestro modo de vivir y de relacionarnos con los demás. Así como el pan cotidiano da a nuestro cuerpo las energías necesarias para vivir y trabajar, la Eucaristía nos da la fuerza espiritual per amar a Dios y a los hombres, como respuesta a la donación que el Padre nos hizo en la encarnación y que el Hijo ha confirmado inmolándose sobre el madero de la cruz. Hace como 2,000 años el resultado fue la Resurrección de Cristo, también la Eucaristía actualiza cada día la resurrección del hombre viejo al hombre nuevo del Reino de los Cielos. La Eucaristía es una fuente de energía divina, viva, que alimenta nuestro espíritu y tiene el poder de trasformar nuestra vida, de por si opaca, en un continuo e ininterrumpido momento de alegría, de alabanza y de paz, aunque tengamos siempre problemas, dificultades y persecuciones. Porque como me decía hace tiempo mi amigo Sergio me preguntaba, durante un paseo: “¿Porqué vas a recibir la Eucaristía todos los días?”. “Porque lo necesito – le contesté – lo necesito para que alimente mi vida”. Es una respuesta que lo ha dejado estupefacto, pero la ha aceptado.

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