XIII semana del Tiempo Ordinario – Domingo
Nuestro deseo de la eternidad
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: «Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y viva». Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: «Con sólo tocar su manto quedaré curada». Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de él, se dio vuelta y ….preguntó: «¿Quién tocó mi manto?». Sus discípulos le dijeron: «¿Ves que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha tocado?». Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le confesó toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz, y queda curada de tu enfermedad». Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: «Tu hija ya murió; ¿para qué vas a seguir molestando al Maestro?». Pero Jesús, …. dijo al jefe de la sinagoga: «No temas, basta que creas»…. Al entrar, les dijo: «¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está muerta, sino que duerme». Y se burlaban de él. Pero Jesús En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y comenzó a caminar. Mc 5,22-42
No podemos imaginarnos la luz sin las tinieblas, la salud sin la enfermedad, el bienestar sin la pobreza, la alegría sin el dolor, porque el hombre, consumando su propia existencia en un mundo en el que a las realidades positivas se contraponen las negativas, no puede siquiera imaginarse otro mundo donde existen solo luz, salud, bienestar, alegría y vida. Todos nos preguntamos, delante del mal que aflige a la humanidad, cuál sería el sentido en el interno del plan de Dios. Particularmente, nos sentimos desorientados ante el dolor inocente, al sufrimiento de quien no ha cometido ninguna culpa, como s los niños pequeños. Son preguntas cuyas respuestas encontraremos en la otra rivera de nuestra vida, como Jesús en el testo que leemos hoy, cuando pasaremos a la otra orilla del Tiberiades. Aún más pensando en los milagros que suceden en este evangelio, aquel pasar a la otra orilla del lago, simboliza nuestro ir a medida que el tiempo pasa, hacia la eternidad, donde lo que aquí es milagro allá es rutina.
Por ahora tenemos que contentarnos con lo que se nos concede en esta realidad del Reino de los Cielos y hacer un acto de fe en el Señor, quien ha vencido la grande realidad negativa de la existencia: la muerte. El evangelio de hoy es una anticipación. La mujer que tenía flujos de sangre durante doce años y la resurrección de la hija de Jairos son un triunfo de la vida sobre la muerte. de la salud sobre la enfermedad, de la alegría sobre el dolor y también de la luz sobre las tinieblas, porque estos dos milagros de Jesús iluminan el misterio en el que nos sumergimos y nos proyectan hacia la eternidad de Dios, donde todo es bueno y santo. Es una página de grande esperanza que estamos llamados a contemplar, más que a buscar significados teológicos. Recuerdo que la abuela Rita, al final de sus tiempos, cuando estaba con nosotros, decía con frecuencia: «Quisiera que sobre mi tumba fueran escritas estas palabras: “Yo tenía muchas ganas de descansar”. Y yo entendía que, después de tanto afatigarse y de superar las dificultades de la vida, tenía muchas ganas de descansar en Dios, donde todo es claridad, bueno, santo, alegría y vida. Mientras tanto, para prepararnos a aquel encuentro, recordemos siempre las palabras d Jesús al jefe de la sinagoga: “No temas, basta que creas”».