VIII semana del Tiempo Ordinario – Miércoles
El servicio y la misión
Jesús ….comenzó a decirles lo que le iba a suceder: «Ahora subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas. Lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos: ellos se burlarán de él, lo escupirán, lo azotarán y lo matarán. Y tres días después, resucitará». Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le dijeron: «Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir». El les respondió: «¿Qué quieren que haga por ustedes?». Ellos le dijeron: «Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, cuando estés en tu gloria»….Los otros diez, que habían oído a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. . Mc 10,32-41
Es la tercera vez que en el Evangelio de Marcos, Jesús habla de su pasión, muerte y resurrección,y que los discípulos siguen no queriendo entender. Ellos no quieren y no pueden aceptar que éste sea el final de su aventura con el Maestro: no aceptan esa forma de ser «jefe» que pasa a través del servicio, y no entienden el hecho de que Él no haga nada para eludir los acontecimientos negativos de los que cada tanto habla. Ellos creen que Jesús, no obstante tenga mucho para enseñar, tiene también que aprender algo, sobre todo en la forma de ejercer la autoridad. La primera vez Pedro había rechazado la idea de la pasión y de la cruz, la segunda vez los apóstoles se habían engolfado en otros pensamientos, preguntándose quién de ellos era el mayor , ahora Santiago y Juan, cambian de tema, pensando a su carrera personal. También los otros discípulos tienen sus propias ideas: no se escandalizan por lo que Santiago y Juan han pedido al Maestro, sino por el hecho de que, a pesar de tener los mismos deseos de ellos, no se habían atrevido todavía a proponerse como los primeros asistentes del Maestro.
Todo esto es muy humano y muy lejano de las categorías del pensamiento de Jesús, que entiende la autoridad como un servicio y la cruz como lógica conclusión de su misión.Hay en los discípulos una clara negación a seguir al Señor en su concepción de la autoridad tan diferente sea de la concepción de los judíos como de la de los romanos. La lógica de la cruz, además, es realmente inconcebible para la mente humana. S.Pablo la llamará «la locura de la cruz», y la locura está justamente en el aceptar de pagar personalmente la salvación de otros. Es el pasaje del concepto de liberación y salvación al de redención. Para redimir hay que pagar algo y la redención del pecado es, dice Pablo, la letra de cambio que nadie, sino sólo el Hijo de Dios, podía pagar por todos. Los misioneros y los padres experimentan todos los días estas dinámicas cristianas del servicio y de la misión, de la que Jesús es Maestro, pero a través de ellos pasan el misterio de la vida y el secreto de la alegría.