VII Semana de Pascua – Domingo de la Ascención.
El Señor está presente en la iglesia
Entonces les dijo: «Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán». Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. Mc 16,15-20
«Entonces ellos se fueron a predicar el evangelio en todas partes, mientras el Señor obraba junto con ellos y confirmaba la Palabra con signos que la acompañaban». Estas intervenciones del Señor para confirmar las palabras del anunciador del Evangelio, son verdaderos y propios milagros. A veces se trata de curaciones espirituales, otras veces de situaciones difíciles que solamente Él puede arreglar., otras son también curaciones físicas.
Hace más de veinte años, cuando fuimos a visitar el grupo de oración de Bérgamo, que queremos mucho, la señora Antonieta insiste siempre por ofrecernos una comida en su bellísimo restaurante, ubicado en la parte alta de la ciudad. Aunque el que ha obrado ha sido solamente el Señor, Antonieta lo hace para darnos las gracias por estos signos de que habla el Evangelio. Ella no nos lo ha dicho, pero parece que el motivo está escrito en el aire.
Hacia el final de los años 80, Antonieta nos pidió que fuéramos a orar por un hijo y por su esposa, que estaba tristes, porque, aunque estaban casados desde hacía varios años, esperaban todavía tener a su primer hijo. Nosotros nos encontramos con esa pareja y les hablamos del Señor, oramos juntos y al final el Espíritu Santo nos dio entender que claramente que Él había quitado el impedimento y que el próximo año habrían tenido a su hijos. Y así fue.
Estos hechos suceden también en nuestros días, porque el Señor ha subido al Padre. No se encuentra en ningún lugar particular, sino en una dimensión nueva, donde todos nosotros iremos, desde donde É puede obrar en todo el mundo para confirmar el anuncio del Evangelio: «El Señor obraba junto con ellos y confirmaba la Palabra con los milagros que la acompañaban».
Esta nueva presencia suya en el mundo y en la Iglesia es más importante que la primera, cuando era físicamente presente y caminaba por los caminos de la Palestina. Él sabía que ciertos signos se habrían de verificar, tan cierto es que hacia el final de su vida terrena, ha anunciado varias veces a los apóstoles: « Sin embargo, les digo la verdad: les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Paráclito no vendrá a ustedes (Jn 16,7). Un día, al final de estas palabras suyas, había dicho: « Pidan y recibirán, y tendrán una alegría que será perfecta ». (Jn. 16, 24).
Ahora Él, en su dimensión de Hijo de Dios, puede obrar in cualquier lugar donde sea predicado el Evangelio, confirmando con sus dignos la Palabra anunciada. Nosotros debemos solamente creer en Él.