IV Semana de Pascua – Domingo
Los buenos y los malos pastores
Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye. y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí –como el Padre me conoce a mí y yo conozco al Padre– y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla. Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y de recobrarla: este es el mandato que recibí de mi Padre». Jn 10,11-18
“Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por sus ovejas”. Con este anuncio Jesús se distancia de lis malos pastores que el profeta Ezequiel define así: “¡Ay! de los pastores de Israel que se pastorean a sí mismos! ¿No deberían los pastores apacentar sus ovejas? Se nutren de leche, se revisten de lana, matan a las ovejas más gordas, pero no apacientan la grey” (Ez. 34, 2-3).
Esta denuncia nos hace reflexionar sobre la figura del “jefe” según el evangelio, ya sea el padre de familia, el titular de una hacienda, el jefe del gobierno o el obispo de la diócesis. “El jefe – nos dice Jesús hoy – es aquél que da su vida por sus familiares, sus colaboradores, sus ciudadanos y sus fieles. Dar la vida quiere decir dar su propio tiempo y su propio trabajo, quiere decir asumir sus responsabilidades y, cuando hay crisis económicas, significa ser el último recibe su recompensa; quiere decir ser el primero que paga sus impuestos, no hacer especulaciones financieras y llevar una vida privada ejemplar. A la luz de esta definición evangélica de jefe, tenemos que evaluar lo que hacemos, y después a los demás obreros, cuando estamos llamados a hacerlo: por ejemplo en ocasión de las elecciones políticas, administrativas o en otras circunstancias.
Nos parece a nosotros que nos encontramos con frecuencia delante a “mercenarios”, a quien no les importa las ovejas, a los políticos que se aumentan a diario sus salarios ya demasiado altos, delante de empresarios que piensan sólo a sus ganancias y al aumento de su capital y a padres de familia, quien apenas el matrimonio comienza a desbaratarse, se separan inmediatamente poniendo en dificultad a los hijos y al cónyuge más débil. A esta categoría pertenecen, desgraciadamente, algunos manipuladores eclesiásticos del capital y obispos que abusan de su posición para cometer reatos inadmisibles. Si este es el cuatro social que encontramos en nuestro ambiente, nos parece que debemos preguntarnos ¿qué debemos hacer para mejorar la situación? Las sugerencias son en cada caso diferentes, pero el evangelio de hoy nos permite reducirlos a dos: si somos jefes, debemos estar dispuestos a dar la vida por las ovejas; si somos colaboradores, debemos ser obedientes, como fue Jesús con el Padre: “Por esto el Padre me ama, porque doy mi vida… Este es el mandato que he recibido de mi Padre”. También como colaboradores debemos dar nuestra vida, no sólo como jefes.