II semana de Adviento – Domingo
La tortuga valiente
Comienzo de la Buena Noticia de Jesús, Mesías, Hijo de Dios. Como está escrito en el libro del profeta Isaías: «Mira, yo envío a mi mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos», así se presentó Juan el Bautista en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados. Juan estaba vestido con una piel de camello y un cinturón de cuero, y se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo: «Detrás de mi vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo». Mc 1,1-8
Un día la tortuga quiso salir de la noche. «¿A dónde vas? – le dijo el sapo – ¿Cómo sabes tú a dónde vas de noche?». La tortuga salió igualmente y, de hecho, se tropezó y volteó boca arriba. «Te lo dije! – le dijo que el sapo de nuevo – Y ahora ¿cómo puedes vivir al revés «? “ No sé – dijo la tortuga feliz – pero ahora puedo ver las estrellas «. Este es el significado de la conversión: vivir con la mirada al cielo en vez de vivir como el mundo contemplando sólo las cosas de la tierra.
La conversión de la que Juan el Bautista habla hoy en día, sin embargo, es diferente a la que se refiere a Jesús quien nos pide que lo aceptamos a Él como Señor de la vida, mientras que Juan habla de la condición de la vida: “Enderecen lo torcido”. Juan también con franqueza y con su forma esencial de la vida, nos enseña a enderezar lo torcido y ser libres para aceptar el mensaje del evangelio. Es difícil hoy en día para ser sinceros, porque la comunicación se usa más para ocultar que para comunicar la verdad. Hacemos esto, porque nuestros pensamientos están lejos, y con frecuencia no seamos francos con nosotros mismos, por falsa modestia, o por excesivo respeto por las opiniones de los demás. También es difícil ser sencillos, porque la forma más sencilla de la vida que el Bautista nos propone, contrasta con las ofertas del mercado, que tiende a crear nuevas necesidades. La franqueza de expresión y la sencillez en el modo de vida va en contra del mundo, son los primeros frutos de la conversión. De otra manera, corremos el riesgo al final de terminar como la higuera del Evangelio, que, al no haber dado sus frutos, se secó. Mejor hacer como la tortuga: salimos en la noche y vivir cara al cielo para contemplar las estrellas.