XXXIV semana del Tiempo Ordinario – Domingo
Nuestro Señor Jesús Cristo Rey
El Señor es mi Pastor
El Señor es mi pastor, nada me puede faltar. El me hace descansar en verdes praderas, me conduce a las aguas tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el recto sendero, por amor de su Nombre. Aunque cruce por oscuras quebradas, no temeré ningún mal, porque tú estás conmigo: tu vara y tu bastón me infunden confianza. Tú preparas ante mí una mesa, frente a mis enemigos; unges con óleo mi cabeza y mi copa rebosa. Tu bondad y tu gracia me acompañan a lo largo de mi vida; y habitaré en la Casa del Señor, por muy largo tiempo. Sal 23
Cada uno en la vida sueña que es un león, porque todos somos fascinados por el mito de la potencia, de la fuerza y de realidad. Los jóvenes que juegan al futbol o que van en bicicleta, esperan ser campeones, no como los débiles, porque las aspiraciones del hombre, de la sociedad con sus ídolos alimenta continuamente son las de vencer. Los débiles son los que no pueden ser campeones. En todo hombre, sin embargo, hay sueños del espíritu de la oveja, porque todos, aún los reyes, sienten el deseo de ser guiados y aconsejados. El salmo de hoy es atribuido al rey David. Un rey como él, que ora al Señor de ayudarlo a gobernar bien y a vencer a sus enemigos; es un rey que desea ser guiado. En el Antiguo Testamento el título más grande que exista es el de “siervo”, en el Nuevo Testamento es el de “Hijo”.
El cambio de rol se debe al hecho que en la Nueva Alianza realizada por Jesucristo, Él es el Hijo primogénito del Padre; nosotros somos hijos adoptivos, pero somos todos hijos. Moisés es el Siervo de Dios, Jesús es el Hijo. Pero los dos han sentido la necesidad de pasar largo tiempo en oración, en el mone, para ser buenos pastores en la tierra. También el hombre de Dios siente la necesidad de ser guiado; es el espíritu de la oveja, es el deseo más profundo de pertenecer que vive en cada hombre. “El Señor es mi Pastor, nada me falta” son las primeras palabras del salmo de hoy. El que sabe que es guiado se siente en paz, en la tranquilidad, en la seguridad, en la alegría y sabe siempre lo que tiene que hacer, a donde ir y qué cosa decir. Las ovejas son guiadas al pasto por el pastor, saben que le pertenecen, pero son libres, no están amarradas con una reata, pueden moverse e ir a comer yerba donde quiera. La oveja no se pone el problema de donde debe ir a pacer en el invierno o en el verano, ese es el deber del pastor. Las inseguridades sobre su futuro de aquel que abe de no pertenecer al aprisco. Pero la oveja sabe cuál es su pequeño ámbito de acción para ir a pascer o para alimentar al corderito. Somos todos un poco ovejas y un poco pastores.