XXXII semana de Tiempo Ordinario – Domingo
La segunda llegada del Señor
Porque nosotros creemos que Jesús murió y resucitó: de la misma manera, Dios llevará con Jesús a los que murieron con él….Porque a la señal dada por la voz del Arcángel y al toque de la trompeta de Dios, el mismo Señor descenderá del cielo. Entonces, primero resucitarán los que murieron en Cristo. Después nosotros, los que aún vivamos, los que quedemos, serenos llevados con ellos al cielo, sobre las nubes, al encuentro de Cristo, y así permaneceremos con el Señor para siempre. Consuélense mutuamente con estos pensamientos. 1Ts 4,14-18
Hoy san Pablo anuncia tres acontencimientos que para nosotros los cristianos constituyen tres verdades absolutas: «Jesús ha muerto y ha resucitado», aquellos que han muerto en la fe están “con Él”, y que habrá una segunda “venida del Señor», al final de los tiempos. La primera de estas verdades, ya acaecida, da certitumbre a las otras dos, que para creerlas tenemos que hacer el mismo camino de fe de quien ha presenciado la curación del paralítico: «Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados –dijo al paralítico– yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vuelve a tu casa» (Lc 5,24).
La segunda verdad, la que los muertos en la fe están con Dios junto a Jesuscristo, es para nosotros motivo de grande consuelo: nos asegura que nuestros seres queridos están en el paraíso, en la comunión de los santos, y que eso será también nuestro destino eterno.
En quanto a la tercera verdad, que habla del retorno del Señor al final de los tiempos, san Pablo, no sabiendo cuando sucederá, imagina que esté próxima, pero no, será muy larga su espera, ya que pasaron dos mil años y quien sabe cuantos más tendrán todavia que pasar antes de que se cumpla. Para tener una idea de estos tiempos escatológicos, necesitamos pensar en la marcha que hizo el pueblo de Israel en el desierto, antes de llegar a la Tierra Prometida: esta profetiza el camino que debe cumplir la humanidad en el arco de la historia.
Si miramos en un mapa geográfico el trazado de aquella marcha, nos impresiona el hecho de que los hebreos habían llegado velozmente cerca de aquella tierra que después será Palestina, pero se han perdido nuevamente en el desierto, donde han vagabundeado por cuarenta años. Meditando el libro del Éxodo, es fácil darse cuenta que esto aconteció porque el pueblo hebreo no se hallaba aún preparado para entrar en la Tierra Prometida: tenía aún que hacer aquella larga experiencia en el desierto para experimentar de nuevo la fidelidad de su Dios y para adquerir aquella maduración humana y de fe que aún no tenía. Pasando de la profecía a la previsión de lo que sucederá al final de los tiempos, podemos imaginar que no será próxima, porque nos parece que la humanidad deba todavía completar un largo camino humano y cristiano, antes de estar lista para la manifestación final de la gloria de Dios.