XXX semana del Tiempo Ordinario – Domingo
El amor de Dios y del prójimo
Cuando los fariseos se enteraron de que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron en ese lugar, y uno de ellos, que era doctor de la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande de la Ley?». Jesús le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu. Este es el más grande y el primer mandamiento. El segundo es semejante al primero: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas». Mt 22,34-40
La de los hebreos del Antiguo Testamento era una civilización teocéntrica; El Amor (con la A mayúscula) era reservado a Dios. Moisés había escrito: “Escucha, Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás al Señor, tu Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas las fuerzas” (Dt. 6,4-5). El hebreo piadoso estas palabras las recitaba todos los días al ponerse del sol, porque constituía su “credo” religioso. Por lo que refiere al prójimo en la civilización hebrea, había sólo algunos preceptos de buen comportamiento, que se refería al pueblo hebreo; para la paganos, no existían preceptos no tanto menos sentimientos de amor. El amor por todo hombre, de cualquier raza y religión, elevado al nivel de del amor de Dios, fue introducido por Jesucristo; “Amarás al Señor tu Dios… El segundo (mandamiento) es semejante al primero: Amarán al prójimo como a ti mismo”. Quién es el prójimo? Jesús lo explica bene en la parábola del buen samaritano: “Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó…” (Lc.1,27). Es un hombre y nada más. Por otra parte el hombre es la creatura príncipe, creada por Dios a su imagen (Gn 1,27), por esto no se puede amara a Dios se non si ama igualmente su imagen. Es una verdad ontológica, pero para explicarla fue necesario que el Hijo de Dios viniera al mundo, en la persona de Jesús de Nazaret. Este perfecto equilibrio entre el amor para Dios y el amor para el prójimo, que viene de la fe en el Señor, en la hisoria no siempre ha sido alcanzado como Jesús lo ha formulado. Algunas veces se ha volteado hacia Dios, otras veces hacia el hombre. En nuestros días, en clima de la secularización imperante, el amor, cuando existe, está volteado completamente hacia el hombre. El amor por Dios es considerado casi como una distracción del amor hacia el hombre. Para quien tiene fe en el Señor los dos sentimientos, sin embargo, los dos coinciden también hoy. El amor del hombre es la condición para reconocer el amor de Dios.