ESFL257

XXI semana del Tiempo Ordinario – Lunes

Pablo da las gracias a los tesalonicenses

Siempre damos gracias a Dios por todos ustedes, cuando los recordamos en nuestras oraciones, y sin cesar tenemos presente delante de Dios, nuestro Padre, cómo ustedes han manifestado su fe con obras, su amor con fatigas y su esperanza en nuestro Señor Jesucristo con una firme constancia. Sabemos, hermanos amados por Dios, que ustedes han sido elegidos. Porque la Buena Noticia que les hemos anunciado llegó hasta ustedes, no solamente con palabras, sino acompañada de poder, de la acción del Espíritu Santo y de toda clase de dones. Ya saben cómo procedimos cuando estuvimos allí al servicio de ustedes. En efecto, de allí partió la Palabra del Señor, que no sólo resonó en Macedonia y Acaya: en todas partes se ha difundido la fe que ustedes tienen en Dios, de manera que no es necesario hablar de esto. 1Ts 1,2-5.8

El texto de hoy está tomado de la Primera Carta de San Pablo a la comunidad de Tesalónica, escrita en el 50 d. C.: primer documento del Nuevo Testamento. El motivo de la carta es dar gracias por la fresca vitalidad de aquella Iglesia, que florece y se distingue en las tres virtudes teologales: la fe “empeñada”, la esperanza “”tenaz” y la caridad “operosa”. Estos tres adjetivos describen con grande eficacia la vida y el celo de aquella comunidad. Sin embargo, subraya San Pablo, su vitalidad no es fruto de sólo al empeño profuso en la difusión del Evangelio, sino sobre todo en la gracia de Dios con que el Señor los ha bendecido en el “Espíritu Santo” y ha mostrado a ellos muchos prodigios.

Por  la fe de la Iglesia de Tesalónica, el empeño misionero de Pablo le es facilitado. De hecho –dice Pablo – por medio de ustedes la palabra del Señor resuena no sólo en Macedonia y en Acacia, sino que la fe de ustedes en Dios se ha difundido en todas partes, tanto que no tenemos necesidad de hablar de ella”.  El texto de  hoy es bellísimo ejemplo de la dinámica de la evangelización: los cristianos están llamados a empeñarse con todas sus fuerzas, y el Espíritu Santo hace lo que falta, confirmando su empeño con prodigios y haciendo eco a sus acciones misioneras en  el mundo.  También hoy el que hace todo es el Espíritu Santo, quien, para poder obrar, necesita de nuestro empeño. Jesús dijo: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que les he mandado. Y he aquí, Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20).

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