XVI semana del Tiempo Ordinario – Domingo
Paciencia, amor e perdón
Y les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras todos dormían vino su enemigo, sembró cizaña en medio del trigo y se fue. Cuando creció el trigo…. también apareció la cizaña. Los peones fueron a ver entonces al propietario y le dijeron: «Señor, ¿no habías sembrado buena semilla en tu campo? ….El les respondió: «Esto lo ha hecho algún enemigo». Los peones replicaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?». «No, les dijo el dueño, porque al arrancar la cizaña, corren el peligro de arrancar también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta la cosecha, y entonces diré a los cosechadores:…. También les propuso otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas». Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa». Mt 13,24-33
En una comunidad familiar como la nuestra, constituida por personas de diferente edad, cultural y – por motivos de las adopciones – de nacionalidad y experiencias de vida, el único modo de estar juntos es el ejercicio continuo de la paciencia y del perdón. A veces. es verdad – hay algunos miembros más difíciles que los demás, que sentiríamos ganas de alejarlos, pero la parábola de hoy, la del grano bueno y de la cizaña, nos dice que el único modo para resolver esos problemas es el ejercicio de la paciencia. No es, alejando a una persona como se arranca la cizaña; éste permanece luego porque el enemigo la vuelve a sembrar, y esto es bueno porque si él se obstina en sembrar la cizaña, quiere decir a un lado existe el buen trgo. El demonio no siembra la cizaña en donde no hay nada. La segunda parábola nos exhorta a un crecimiento personal con el del árbol de la mostaza, para recibir en nuestra sombra a los pequeños de la comunidad, que generalmente son los más difíciles. Éste continuo ejercicio de amor, a cierto punto, trae el milagro de transformar la cizaña en grano bueno. Es el Señor, quien lo realiza, pero tiene necesidad de nuestra paciencia y recibimiento. Entonces nuestra comunidad familiar crecerá como la harina empastada para hacer el pan de la tercera parábola, con la levadura continua de la paciencia, del amor y del perdón.