ESFS036

VII semana del Tiempo Ordinario – Domingo

El hombre es templo de Dios

¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo. ¡Que nadie se engañe! Si alguno de ustedes se tiene por sabio en este mundo, que se haga insensato para ser realmente sabio. Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios. En efecto, dice la Escritura: «El sorprende a los sabios en su propia astucia», y además: «El Señor conoce los razonamientos de los sabios y sabe que son vanos». En consecuencia, que nadie se gloríe en los hombres, porque todo les pertenece a ustedes: Pablo, Apolo o Cefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente o el futuro. Todo es de ustedes, pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios. 1Co 3,16-23

Pablo, en esta carta a los Corintios, después de haber hablado de sí mismo como arquitecto de la comunidad de Corinto con bases sólidas, sobre las que otros apóstoles han sobreedificado, hoy nos describe el edificio construido por él. Él recuerda, con  amor, a los hermanos de aquella comunidad que ellos son una cosa sagrada para el Señor, consagrados por el poder del Espíritu Santo: “¿No saben que ustedes son el templo del Espíritu Santo y Dios habita en ustedes? El cristiano llega a una fe madura, porque muchos han participado en la construcción del templo de Dios que está en él, y que nadie puede destruir, so pena de su propia destrucción: “Si uno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él.”. Todo hombre es sagrado a los ojos de Dios. Esta imagen de la construcción de nuestros templos interiores que San Pablo nos ofrece, nos hace pensar en la importancia de la familia. En la familia es precisamente donde son construidos los fundamentos del templo que está en cada hombre: algunos son fuerte, otros menos fuertes. Algunos templos están construidos sobre la roca de Cristo, otros son casitas construidas en la arena de los valor es sencillos – o desvalores humanos, como la honestidad o la astucia o el oportunismo, la franqueza o la mentira, el respeto o el desempeño en la palabra de Dios. En toda familia se construyen los fundamentos de muchas otras o la misma vida, y construirán sobre estructuras. A nadie, sin embargo, le es lícito despreciar el trabajo hecho por otros, particularmente el de la familia, porque se pone en peligro la misma identidad de la persona. Esto es lo que había sucedido en la comunidad de Corinto, en a qu que había brotado una cierta preferencia por Apolo, un apóstol llegado después de Pablo. Pablo lo considera inútil y peligroso: “¡Pablo, Apolo, Chefas, el mundo, la vida, la muerte, el presente y el futuro: todo es de ustedes! Pero ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios”. Sucede también en nuestros días, en particular por los que se refiere a los pseudo-psicólogos. Estos quiere reconstruir a las personas desde el principio comenzando con la destrucción lo que los padres de familia han construido con buenas intenciones.

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