ESFS035

VI semana de Tiempo Ordinario – Domingo

La comunicación

Ustedes han oído también que se dijo a los antepasados: «No jurarás falsamente, y cumplirás los juramentos hechos al Señor». Pero yo les digo que no juren de ningún modo: ni por el cielo, porque es el trono de Dios,  ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la Ciudad del gran Rey. No jures tampoco por tu cabeza, porque no puedes convertir en blanco o negro uno solo de tus cabellos. Cuando ustedes digan «sí», que sea sí, y cuando digan «no», que sea no. Todo lo que se dice de más, viene del Maligno. Mt 5,33-37

El evangelio de hoy se concluye con una exhortación breve, incisiva, severa. Jesús nos exhorta a una comunicación siempre más sencilla y directa, que presente la verdad con franqueza, sin reticencias verbales y juramentos. Ella nos recuerda, por contraste, los testos de la comunicación mentirosa, que se reconoce exactamente por la sobreabundancia de palabras de la que tiene necesidad el que busca presentar lo falso como verdadero. Y si el que escucha no le da confianza, trata de arreglársela con afirmaciones o recurriendo a juramentos. La comunicación que propone la verdad, es fácil de comprenderse, porque así es la verdad. Hasta los grandes descubrimientos y las leyes que rigen el universo pueden ser explicadas a los niños con su mimo lenguaje, porque se puede hacer comprensible la realidad, si uno es fiel a ella. Todavía son memorables, en nuestra familia, las lecciones de astronomía que la abuela Rita daba a los nietos en el jardín de la casa de Castiglionello. Los más pequeños oías con la boca abierta, y todos comprendían muy bien la ley de la gravitación universal. Es mucho más difícil, para nosotros los adultos, poder seguir los pseudo-razonamientos de una gran parte del mundo  político o las complicadas elaboraciones de la cultura que se define laica, la cual quisiera destruir nuestra fe, insinuando dudas pequeñas y peligrosas. Se necesitan las palabras del evangelio, las cuales no sólo nos exhortan a hablar con palabras sencillas, sino que nos recuerdan con frecuencia grandes verdades comprendidas solamente por los que se hacen pequeños como un niño.

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