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III semana de Adviento – Domingo

La fe es recuerdo y esperanza

Tengan paciencia, hermanos, hasta que llegue el Señor. Miren cómo el sembrador espera el fruto precioso de la tierra, aguardando pacientemente hasta que caigan las lluvias del otoño y de la primavera. Tengan paciencia y anímense, porque la Venida del Señor está próxima. Hermanos, no se quejen los unos de los otros, para no ser condenados. Miren que el Juez ya está a la puerta. Tomen como ejemplo de fortaleza y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. St 5,7-10

Sumerjámonos hoy en espíritu de este texto de la Carta de Santiago, para vivir en plenitud el tiempo del Adviento. Nosotros debemos vivir dos cosas ciertas: una histórica y la otra en la fe. La histórica está radicada en el hecho que Jesús, el que debía de venir al mundo, ha ya venido; la certeza de la fe proviene del hecho que Jesús debe regresar al mundo como lo ha prometido. Vivamos entre el recuerdo del pasado y la promesa del futuro, como los agricultores, que sabiendo que han sembrado la semilla, “esperan con perseverancia el fruto de la tierra hasta que haya recibido las primeras y últimas lluvias. Nuestra certeza escatológica, que se realizará según los tiempos del Señor, que bajo la tierra hacen morir la semilla y hacen crecer la espiga y el fruto. Estas son las dificultades de la vida y de la historia: la evangelización y la conversión, las persecuciones, las traiciones y las bendiciones del Señor, en una dinámica en la que están involucrados el cielo y la tierra. La experiencia de Cristo fue la muerte y resurrección a una vida nueva y conlleva a la experiencia de todo hombre de fe de cada hombre. Es la experiencia de la Iglesia a través de los siglos. Debemos, como dice Santiago, esperar la segunda venida de Cristo, con la misma “soporte” y “conciencia” que tuvieron los profetas de la primera llegada. En espera de esta venida, que es más larga de lo que se imaginaba Santiago, se desaniman porque es fácil perder la conciencia y la constancia que tuvieron los profetas en la primera venida de Cristo. Pero la Iglesia no se desanima. Ella conoce de donde viene y a donde va. Y espera la segunda venida de Cristo en la fe y el amor, como la esposa del Cántico de los Cánticos: “¡Una voz! Mi amado viene saltando entre los montes. Mi amado se parece a una gazela o an venado. Helo aquí: Él está detrás de nuestra pared, mira por la ventana, expía por las hendiduras”. (Ct 2,8-9).

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