ESFL009

II semana de Adviento – Miércoles

La oración del corazón

Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana.  Mt 11,28-30

Para los primeros discípulos que siguieron a Jesús por los caminos de la Palestina, seguir a Jesús era estar cerca de él, escuchar su Palabra y recibir en cambio la paz interior que sólo Él podía dar aquellos que han llegado a la fuente de la vida. Con Jesús de Nazaret había paz en el corazón porque sabía que el plan que el Padre había preparado para él, había aceptado, con mansedumbre y humildad, el plan de Dios sin rebelarse, y lo había cumplido hasta el monte Calvario. Cuando los discípulos estaban cansados ​​y agobiados por las preocupaciones y compromisos, muchos de los cuales eran inútiles, encontraban en Él la serenidad de una persona tranquila que tenía muy clara su misión y su propósito en esta vida. Conocerlo y quedarse con él, significaba ser ayudados a conocer, por inducción, su propio plan de vida que Él realizaba con mansedumbre y humildad de corazón. Y este era su “yugo suave y su carga ligera” que ellos recibían, después de depositar a sus pies las preocupaciones y otras cargas que llevaban. También nosotros, cuando estamos cansados ​​y agobiados, necesitamos estar con el Señor para conocer mejor nuestro plan de vida, que da sentido a nuestros días, con mansedumbre y humildad, aceptando su yugo y su carga, que son ligeros, porque son iguales a los talentos que hemos recibido. ¿Cómo y dónde podemos encontrar, hoy en día, al Señor, que es la fuente de la vida? ¿Dónde está escrito nuestro proyecto con claridad? Podemos encontrar a Jesús en el silencio interior y en la oración, haciendo a un lado las preocupaciones del mundo, las fatigas y la opresión, que se acumulan en nuestra vida poco a poco. En esta «oración del corazón», depositamos el equipaje de nuestro orgullo, y comenzamos la conversación con el Señor. Al inicio del camino espiritual, ponemos un cierto tipo de preguntas, que se refieren a las grandes cuestiones humanas: ¿Quién soy yo? ¿Por qué estoy en este mundo? ¿Cuál es el significado del dolor del mal y de la muerte? ¿Qué hay después de esta vida? ¿Quién es Dios? … Con el tiempo, sin embargo, cuando las respuestas a estas preguntas se han recibido e interiorizado, planteamos otras preguntas y hacemos otras peticiones: «Señor, aumenta mi fe… Quiero saber más acerca de mi plan de vida… Dime ¿qué debo hacer ahora, en esta ocasión? … Ayúdame a perdonar y amar… ¡Señor, dame la calma, la paz y la paciencia en las situaciones que estoy llamado a vivir… Dame, Señor, una sonrisa para los demás y la alegría de mi vida!

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