ESFL288

XXV semana del Tiempo Ordinario – Lunes

El candelero de la cruz

No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz. Porque no hay nada oculto que no se descubra algún día, ni nada secreto que no deba ser conocido y divulgado. Presten atención y oigan bien, porque al que tiene, se le dará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que cree tener». Lc 8,16-18

Busquemos comprender en profundidad el mensaje mesiánico que se esconde en los tres versículos de hoy. Estos esconden el secreto para comprender el misterio de Jesús de Nazaret y para introducirnos en el misterio del corazón del evangelio. “La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre” (Jn. 1,9), anuncia el evangelista San Juan, y todo el texto está envuelto en la certidumbre que esta luz, que se ve y después se esconde, finamente vencerá. « No se enciende una lámpara para cubrirla con un recipiente o para ponerla debajo de la cama, sino que se la coloca sobre un candelero, para que los que entren vean la luz», dice hoy Jesús. ¿Por qué, entonces, la verdad sobre el misterio de la vida parece esconderse en el corazón de las parábolas? ¿Cuál es el candelero sobre el cual la luz debe brillar? Quien responde a estas dos preguntas ha comprendido el sentido del evangelio. Sin embargo parece todo el comportamiento de la vida pública de Jesús sea un substraerse de mostrar la luz de su palabra, pues a los apóstol Pedro, Santiago y Juan en el tabor Jesús les prohíbe “contar lo que habían visto” (Mc. 9,9). El hecho es que el “secreto mesiánico” deberá ser manifestado completamente sobre el candelero de la Cruz. La cruz es el candelero de Jesús, y esta verdad la comprendió el centurión romano, cuando exclamó: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc. 15,39). Nosotros meditaremos este misterio de amor y de donación durante la semana de Pasión: mientras tanto debemos entrar en la verdad reflexionando sobre las enseñanzas y las parábolas del evangelio. En ellas se esconde la verdad, como la semilla bajo la tierra en espera de morir para que nazca una nueva espiga. Si nos pondremos a escuchar con calma y con fe, descubriremos la luz de la verdad que se esconde bajo el velo de las parábolas siempre con mayor intensidad. Pero quien no se pone a escuchar, perderá aún aquella poca fe que ya posee. «Pongamos atención cómo escuchamos, porque a quien tiene, se le dará más, pero a quien no tiene, le será quitado aún lo que cree tener».

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *