ESFL247

XIX semana del Tiempo Ordinario – Jueves

Del perdón al amor

Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete. Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores …. le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar ….El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: «Señor, dame un plazo y te pagaré todo». El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda. Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: «Págame lo que me debes».…. su señor ….lo mandó llamar y le dijo: «¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?». Mt 18,21-33

Hace algunos años me encontraba haciendo oración en un grupo de la Renovación en Calabria. Por lo regular, cuando nos reuníamos para orar en un clima de fe, alabanza y amor, unos por otros, el Espíritu Santo descendía sobre las personas presentes y también el cuerpo, en armonía con la mente y el espíritu, si tenían algún problema, se veían inmediatamente los beneficios y a veces se producía al gún efecto. A un cierto punto un hermano del grupo de oración abrió la Biblia y leyó: Y “Cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien, perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas » (Mc 11,25). Esa era la respuesta a nuestro problema. Nos pusimos a orar por las personas a quienes no habíamos perdonado, la otra oración empezó y algunos comenzaron a sentir efectos benéficos sobre los males que tenían desde hacía tiempo. Si nosotros no perdonamos a nuestros hermanos, es como si le cantáramos un muro que impide recibir al amor y a la gracia de Dios para obrar. Nos preguntábamos por qué el párrafo del evangelio de hoy nos exhorta a perdonar “setenta veces siete” y no una vez por todas. El motivo de tal insistencia – nos ha dicho el Señor – está en el hecho que la falta de perdón es una forma de odio; y el odio abandona nuestro corazón en modo progresivo, no inmediatamente. Escomo una herida infectada, que tiene que ser limpiada repetidas veces y desinfectada para eliminar todo el pus que se va formando en lo interno de la herida. El pecado, sin embargo, no produce el paso del odio a la indiferencia, sino del odio al amor; yo estoy seguro de haber perdonado a mi hermano cuando lo amo. No es fácil amar a nuestro enemigo, pero hay un secreto para ponernos por ese camino: comenzar a amar y perdonarnos a nosotros mismos. El que no se perdona y no se ama a sí mismo, no puede perdonar ni amar a los demás. Quitémonos entonces el sentido de culpa, no pensemos mal de nosotros mismos y acerquémonos con frecuencia al Sacramento de la Reconciliación. Así podremos amarnos a nosotros mismos y a nuestro prójimo. 

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