ESFL230

XVII semana del Tiempo Ordinario – Martes

El amor transforma la cizaña

Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le dijeron: «Explícanos la parábola de la cizaña en el campo». El les respondió: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los que pertenecen al Reino; la cizaña son los que pertenecen al Maligno, y el enemigo que la siembra es el demonio; la cosecha es el fin del mundo y los cosechadores son los ángeles. Así como se arranca la cizaña y se la quema en el fuego, de la misma manera sucederá al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y estos quitarán de su Reino todos los escándalos y a los que hicieron el mal, y los arrojarán en el horno ardiente: allí habrá llanto y rechinar de dientes. Entonces los justos resplandecerán como el sol en el Reino de su Padre. ¡El que tenga oídos, que oiga! Mt 13,36-43

Jesús había contado a la gente la parábola de grano bueno y la cizaña, que debían crecwer juntos en los campos y en la sociedad. Después, al tiempo de la cosecha, el grano bueno sería recogido y la cizaña quemada. Jesús mismo da la explicación de la parábola que los  Apóstoles no habían entendido. En una comunidad familiar como la  nuestra, constituida por personas de diversa edad, cultura, motivada por las adopciones, distintas nacionalidades, experiencia diversas, el secreto para vivir juntos es el ejercicio cotidiano de la paciencia y del perdón.

A veces – es verdad – hay componentes más difíciles que los demás, que desearíamos alejar, pero la primera parábola de hoy, del grano bueno y de la cizaña, nos dice que la única manera para comportarnos en los momentos difíciles, es el ejercicio de la paciencia. No es despidiendo a una persona que se desarraiga la cizaña ; esta continúa siempre, porque s el enemigo quien la planta siempre. Antes bien, como hemos ya tenido ocasión de decir, este comportamiento del enemigo nos debe confortar, ya que si el enemigo se obstina a sembrar cizaña, quiere decir que existe el grano bueno. El demonio no siembra cizaña donde no hay grano bueno. Aunque la parábola no lo diga, la experiencia nos enseña que el ejercicio continuo del amor, a un cierto punto, nos da puede hacer el milagro de trasformar la cizaña en grano bueno. Es Dios quien lo hace, pero necesita de nuestra paciencia y de nuestra perseverancia.

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