ESFL212

XIV semana del Tiempo Ordinario – Miércoles

La escucha del Señor y la misión

Jesús convocó a sus doce discípulos y les dio el poder de expulsar a los espíritus impuros y de curar cualquier enfermedad o dolencia….A estos Doce, Jesús los envió con las siguientes instrucciones: «No vayan a regiones paganas, ni entren en ninguna ciudad de los samaritanos. Vayan, en cambio, a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Por el camino, proclamen que el Reino de los Cielos está cerca.». Mt 10,1-7

Hace muchos años, cuando iniciamos la oración de la mañana y la meditación diaria de la Palabra de Dios, en medio de tantas cosas que sumergen nuestra vida diaria, fuimos empujados, como Pedro, por la necesidad de escuchar “las palabras de vida eterna” (Jn. 6,68). Hemos gustado esta Palabra y después nos fuimos por nuestro camino para cumplir con nuestros trabajos y encontrar personas, como nos sugerían nuestros programas y el pasar del tiempo. Así, después de hecho planes, durante muchos años vivimos la página del Evangelio que nos invita a meditar sobre la importancia de estos dos momentos de nuestro día: estar con Jesús y partir para la misión en el mundo. Dice hoy Mateo: “Habiendo llamado a sus discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para echarlos fuera y curar toda clase de enfermedades… A estos doce Jesús los envió, ordenándoles: “Prediquen mientras caminen, diciendo que e Reino de los cielos está cerca”. Es la dinámica de la vida cristiana: un movimiento centrípeto hacia el Señor para ser instruidos por el Señor, y un ovimiento centrífugo hacia el mundo, yendo hacia donde nuestros empeños nos llevan y anunciando a lo largo del camino que el Reino de los cielos está cerca, Es un anuncio que, en modo claro y silencioso, debe llegar a todos, aún a aquellos que quieren estar lejos. Esta es la verdadera evangelización, mucho más difícil de la que se imparte en la iglesia o durante un retiro espiritual, en el que las personas están más dispuestas a recibir el mensaje del evangelio.  Es fundamental que, durante el día, existan estos dos momentos: el tiempo de escucha del Señor y el de la misión. Una misión sin escucha conduce a un puro eficientismo vacío y ciego; una escucha sin misión lleva a una fe desencarnada y destinada a apagarse. Una buena combinación de los dos momentos nos hace crecer en la fe y el mismo ambiente en el que obramos. Se obra creyendo y se cree obrando. Este modo de vivir la fe nos permite trasformar un día, de otra manera habitual, en una aventura maravillosa y siempre nueva. No es difícil crear ocasiones de testimonio: nacen solas, basta no sofocarlas. Es suficiente decir a una persona afligida por algún problema: “¡Lo siento mucho! ¿Puedo ayudarte? Rezaré por ti”.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *