XIII semana del Tiempo Ordinario – Sábado
Vino nuevo en odres nuevos
Entonces se acercaron los discípulos de Juan y le dijeron: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, como lo hacemos nosotros y los fariseos?». Jesús les respondió: «¿Acaso los amigos del esposo pueden estar tristes mientras el esposo está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque los odres revientan, el vino se derrama y los odres se pierden. ¡No, el vino nuevo se pone en odres nuevos, y así ambos se conservan!». Mt 9,14-17
Hoy, Jesús pide a la cultura judía de su tiempo de revolucionar sus instituciones, porque no eran adecuadas para la recepción del mensaje del Evangelio. Sería como poner vino nuevo en botellas viejas o un parche nuevo a un vestido viejo. La noticia que Jesús trajo era un viento de libertad, alegría, amor y perdón que no se puede conciliar con las viejas tradiciones de la sinagoga, relacionadas con la circuncisión, los privilegios de los sacerdotes, de respetar el sábado y la ley, con todas sus demandas, incluida la lapidación. La Iglesia nació de la sinagoga, pero para ser una realidad nueva como una mariposa del capullo.
Esta estrategia de los cielos, sin embargo, el poder religioso en Israel no lo ha concebido ni compartido. Fue la razón del choque continuo de Jesús contra la civilización judía, lo que en última instancia, lo llevará a morir en la cruz del Calvario. A través de los siglos, la llamada del Evangelio a cambiar las instituciones y estructuras se ha convertido en un llamado permanente para la iglesia a fin de que siga siendo operativa en el tiempo la acción continua del Espíritu Santo. La gracia y la fe, de hecho, a medida que pasan por las manos de las gentes y se codifican en las instituciones, pierden no sólo en términos de libertad, la espontaneidad y la alegría. Gracias a Dios, el Concilio Vaticano II ha roto muchas botellas viejas y abrió nuevos horizontes a la iglesia. Tuvimos la suerte de estar involucrados en un asunto de asfixia los dones, cuando, en Italia, se decidió institucionalizar la Renovación en el Espíritu, pasando de poder espiritual, como lo fue al principio, un a un movimiento.
Es nuestra opinión de que la Renovación se fundó con el fin de renovar la iglesia, tal como había sido profetizado por el Cardenal Léon-Joseph Suenens y Pablo VI, pero el hecho de haber sido canalizado en un movimiento ha limitado los dones de la alabanza, de la espontaneidad y la alegría, del cual era portador, y poco a poco los carismas se fueron un poco apagado, como una chimenea a la cual se reduce el trayecto. Sin embargo, la exhortación a no poner vino nuevo en odres viejos debemos escucharla como destinada a cada uno de nosotros, porque todos corremos ese riesgo. El Señor, que nos conoce bien, continuamente nos exhorta a convertirnos, y a renovarnos. Todos los días.