II semana de Pascua – Sábado
La navegación en el lago, ahora
Al atardecer, sus discípulos bajaron a la orilla del mar y se embarcaron, para dirigirse a la otra orilla. Ya era de noche y Jesús aún no se había reunido con ellos. El mar estaba agitado, porque soplaba un fuerte viento. Cuando habían remado unos cinco kilómetros, vieron a Jesús acercarse a la barca caminando sobre el agua, y tuvieron miedo. El les dijo: «Soy yo, no teman». Ellos quisieron subirlo a la barca, pero esta tocó tierra en seguida en el lugar adonde iban. Jn 6,16-21
Es fácil ver en esta historia de cruzar la Lago de la desintegración de nuestra historia familiar. Los discípulos se acercó en el barco y se dirigió a Cafarnaúm, en el otro lado del lago, sólo nosotros. Hace años, éramos una familia cristiana bien, la gente que iba a misa los domingos, de trabajo toda la semana y fueron ocupados para mantenerse a flote el barco de la familia. Pero en nuestras vidas, como en la navegación de los discípulos, el mar estaba agitada con frecuencia por los vientos que golpe en la sociedad. Sabemos que el desempleo malentendidos, problemas de salud y, al mismo tiempo de amarnos así, de vez en cuando peleas por la preocupación generalizada, admirablemente descrito por Sant Agostino: «Mi corazón está inquieto Señor, hasta que descanse en ti «. El Señor lo vio caminar sobre el agua para poner el domingo, pero no había salido aún de manera constante en nuestra barco de la familia, porque no había hecho aún el espacio. Él era un Señor de distancia, y como los discípulos del Evangelio Hoy en día, ponemos un poco de miedo de vivir con las propuestas vinculante y en términos inequívocos. Entonces, hace más de treinta años, nos han permitido llegar en nuestro barco cuando María Carmela adoptado y hemos hecho el espacio a partir para asistir al grupo de oración de Saronno y Renovación Carismático. Al principio, con todos los cambios la vida familiar, la llegada de los niños uno tras otro y los compromisos trabajar más y más pesada, el peso de la embarcación se incrementa considerablemente. El viento sopla todavía y en algún momento también fueron fuertes, pero el barco ha navegado tranquilo, porque ponemos el timón en las manos del Señor. Con el tiempo, los niños, uno tras otro, cayeron de nuestro barco y comenzó a navegar en el lago con ellos, mientras en voz baja y con el Señor siempre a la cabeza, nos acercamos al otro lado. A veces, cuando alguien nos hace cumplidos en nuestra aventura de la familia, llena de niños, compromisos, el intercambio y la oración, estamos sonriendo y no podemos dejar de declarar que se trata del Señor. Sólo hemos hecho el espacio.