IV Semana de Cuaresma – Jueves.
Los testimonios sobre Jesús
Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no valdría… Ustedes mismos mandaron preguntar a Juan, y él ha dado testimonio de la verdad. …. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: son las obras que el Padre me encargó llevar a cabo. Estas obras que yo realizo atestiguan que mi Padre me ha enviado. Y el Padre que me envió ha dado testimonio de mí…. Ustedes examinan las Escrituras… ellas dan testimonio de mí….¿Cómo es posible que crean, ustedes que se glorifican unos a otros y no se preocupan por la gloria que sólo viene de Dios?…. Si creyeran en Moisés, también creerían en mí, porque él ha escrito acerca de mí. Jn 5,31-46
“Si Yo diera testimonio de Mí – dice Jesús – mi testimonio no sería verdadero”. Enumera luego los testimonios que se refieren a Él como Mesías, y que los judíos de su tiempo no aceptan: la profecía cercana de Juan el Bautista y las lejanas contenidas en las Sagradas Escrituras, los milagros que hace en nombre de su Padre y también Moisés, que ha escrito de Él. Los mismos testimonios se dirigen a nosotros, hoy: el evangelio y el Nuevo Testamento son un continuo testimonio como también el Antiguo Testamento con casi 300 profecías que se refieren a Jesús. Toda su historia era ya conocida aún antes que viniera a habitar entre nosotros. Nadie, sin embargo, había predicho a Buda, Confucio, Mahoma. Cómo Jesús haya realizado las profecías nos lo enseña San Agustín: “Dios dispuso que el Nuevo Testamento estuviera escondido en el Antiguo y que el Antiguo Testamento fuera claro en el Nuevo. Para entender esto, sin embargo, hay que hacer un acto de Fe en la Persona de Jesús de Nazaret como Mesías, y después el Espíritu Santo nos iluminará. San Pablo había leído el Antiguo Testamento y permaneció fariseo; solo después de su conversión descubrió el nexo entre las profecías del Antiguo Testamento y Jesucristo. Las verdades del Evangelio, que después de dos mil años, brillan más que cuando Jesús las reveló, son un testimonio como lo es en un mundo donde todo es efímero, su profecía: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mat. 24,35). ¡Parece imposible no reconocer en Jesús de Nazaret al Mesías! Solamente Él nos ilumina sobre el misterio de la vida, sobre el misterio antes del nacimiento y después de nuestra muerte; sobre el significado del dolor, del amor y del perdón. Pero los testimonios más incisivos son los de los Santos, quien, habiendo creído en Él, han realizado sus mismas obras. Es imposible, sin embargo, creer y darle gloria al Señor cuando buscamos nuestra misma gloria: “Y ¿cómo pueden creer Uds., que reciben gloria unos de otros, y no buscan la gloria que viene del único Dios”.