III semana de Cuaresma – Domingo
La llamada de Moisés
Moisés, que apacentaba las ovejas de su suegro Jetró, el sacerdote de Madián, llevó una vez el rebaño más allá del desierto y llegó a la montaña de Dios, al Horeb. Allí se le apareció el Angel del Señor en una llama de fuego, que salía de en medio de la zarza. Al ver que la zarza ardía sin consumirse, Moisés pensó: «Voy a observar este grandioso espectáculo. ¿Por qué será que la zarza no se consume?». Cuando el Señor vio que él se apartaba del camino para mirar, lo llamó desde la zarza, diciendo: «¡Moisés, Moisés!». «Aquí estoy», respondió el. Luego siguió diciendo: «Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob». …. El Señor dijo: «Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto, y he oído los gritos de dolor, provocados por sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlo del poder de los egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país, a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, Ex 3,1-8a
Moisés vivió 120 años. Los primeros cuarenta añoslos pasó en la corte del Faraón, que lo consideraba como un hijo. Él, sin embargo, estaba conciente de sus raíces ebraicas y sentía en su corazón el deseo de liberar a su pueblo y había soñado de la esclavitud a la que había sido reducido por los egipcios. Un día, fue a visitar a sus hermanos Israelitas, y vio a un egipcio golpear a un hebreo y él lo mató al egipcio. Por consiguiente Moisés tuvo que huir de Egipto a la tierra de Madián, en el Sinaí, donde encontró hospedaje con un cierto Jetro, e se casó con una de sus siete hijas, Zéfora,quien le dio un heredero. En aquella tierra Moisés transcurrió cuarenta años “apacentando los rebaños de Jetró”, su suegro y sacerdote de Madián. Él que en su juventud había vivido en la corte del Faraón y soñaba con liberar a los Israelita, se encuentra ahoara pastoreando los rebaños de otra persona. Así estaban las cosas. Así estaban las cosas – como leemos en el texto de hoy – Moisés condujo el rebaño más allá del desierto y llegó al monte de Dios, el Horeb. El ángel de Dios se le apareció en una llama de fuego en medio una zarza. Él miró que la zarza ardía y no se consumaba. Ante ese advenimiento, él hubiera podido darle un vistazo y continuare a apacentar el rebaño, comportándose como el asno de la poesía “Delante de San Guido” de Josué Carducci, “un burro gris masticando un cardo rojo y turquino, no se movió; con todo ese ruido no se dignódarle una mirada y continuó a comer seria y lentamente”. Pero Moisés, no obstante que en su juventud se dejara escapar un futuro de gloria que la vida le ofrecía y se habóa reducido a un modode vivir habitudinario y sin entusiasmo, no se había apagado aquella cueriosidad típica de una persona que de la existencia espera todavía algo. Asi “pensó: quiero acerarme a observar de cerca este grande expectáculo: por qué la zarza no se quema?” Y de este apego a la viday a la esperanza, no obstante los insucesos, nasce la vocación de Moisés: “El Señor vió que se había acercado a mirar la zarza” comienza aquí su grande aventura de liberación de Israel y lamarcha en el desierto del Sinaí, que durará otros cuarenta años, hasta la Tierra Prometida.
La historia de Moisés y cada hombre, cualquiera que sea su condición y el estado de vida, una grande enseñanza:no se debe persder la esperanza nunca, porque el Señor y la vida le puede traer algo de bello y de importante que hay que hacer. Y nos enseña una verdad que se convertirá en una regla del devangelio: El Señor difcicilmente llama a una persona cuando está al culmen de su suceso humano. Él prefiere llamar a quien se encuentra en dificultad, para que sea claro que todo es obra suya.