II Semana de Cuaresma – Jueves.
La riqueza y pobreza, hoy
Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes.A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico ….. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: «Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan». «Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuelo, y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí. Lc 16,19-31
En el 2003 me encontraba en Nairobi (Kenya), una ciudad en la cual se ven todas las contradicciones y las tensiones sociales de África y de nuestro tiempo: pocos ricos y muchos pobres, mucha agresividad e inseguridad en las calles. Los ricos viven en cas grandes circundadas por un muro muy alto y por dentro protegidos por perros bravos de raza muy agresiva; en las calles hay rateros y bandas de jóvenes quien atacan a los que parecen llevar cosas de valor. También yo fui agredido por jóvenes quien me han arrancado del cuelo mi crucifijo de oro que mi madre me había regalado antes de morir. “Aquí todos están en la cárcel – me decía el embajador Italiano -, los pobres, porque viven en la cárcel de la pobreza y los ricos porque no pueden de casa”. Nairobi es la ciudad que más me ha hecho reflexionar sobre el problema de las desigualdades y de las tensiones sociales de nuestro tiempo; por una parte los pobres que no acepta ya su pobreza, por otra parte los ricos que defienden los privilegios de su estado social con cualquier medio. Es un infierno en la tierra. Es aquel abismo que existe entre el cielo y la tierra y que no puede ser atravesado por de día en día, como nos dice el evangelio de hoy, el cual se construye durante la vida. ¿Cómo es posible invertir esta tendencia diabólica para retener sólo lo que es nuestro: la riqueza, los privilegios, las tradiciones culturales? Y por otra parte, cómo es posible exigir, como nuestro, lo que no lo es? Y no hablas aquí sólo de lo necesario. Y ¿cómo podemos dar limosna a una mujer que tiene en sus brazos un muñeco fingiendo que sea un niño para que e tengamos compasión? Este el pecado del mundo que se trasmite de padre al hijo como la Dna. Estamos delante de un problema planetario y complejo, que solo los organismos internacionales podrían resolver, si tuvieran la autoridad necesaria. En nuestro nivel personal sólo podemos abrirnos a una más atenta generosidad y a la oración.