VIII semana del Tiempo Ordinario – Domingo
La oración en las situaciones difíciles
Cuando se zarandea la criba, quedan los residuos: así los desechos de un hombre aparecen en sus palabras. El horno pone a prueba los vasos del alfarero, y la prueba del hombre está en sus conversación. El árbol bien cultivado se manifiesta en sus frutos; así la palabra expresa la índole de cada uno. No elogies a nadie antes de oírlo razonar, porque allí es donde se prueban los hombres. Si 27,4-7
Anoche, terminando una jornada de mucho trabajo, he decidido tomarme un momento de descanso viendo la televisión. No ha sido para nada una buena idea, ya que he caído en uno de aquellos programas espectáculos-discusiones, los cuales, bajo pretexto de ponernos al día acerca de las problemáticas contemporáneas, en práctica ofrecen a los protagonistas la ocasión de enfrentarse con arrogancia sin que entre ellos haya una auténtica escucha, llegando hasta el insulto y la vulgaridad. Son estos los ingredientes que hoy hacen subir el nivel de escucha, proponiendo un estilo de comunicación al cual tristemente nos estamos acostumbrando. Por ello nos llegan muy oportunas las recomendaciones que hoy el libro del Sirácides nos dirige para observar atentamente a quien discute, ya que “así los desechos de un hombre aparecen en sus palabras”, y nos es muy útil para no caer en aquello mismos errores.
Sin embargo, ya que «la palabra expresa la índole de cada uno”, la manera de hablar puede enseñar no solamente agresividad y malevolencia, sino también rectitud y sincera voluntad de obrar el bien. Un luminoso ejemplo de semejante comunicación nos viene de una de las más bellas páginas de la historia de Italia. En el 1946, en la conferencia de París, celebrada para reordinar Europa trastornada por la segunda guerra mundial, Alcides De Gasperi aceptó representar a un pueblo considerado vencido y traidor. Le fue permitido hablar por último, en un clima terriblemente hostil, en donde se sentía “como un acusado”. Inició su intervención con la famosa frase: “en esta solemne reunión mundial siento que todo, excepto la personal cortesía de cada uno de ustedes, está en contra de mí”. El apelarse a la parte mejor de sus auditores, no solo abrió sus ánimos a una atenta escucha, sino le permitió obtener las ayudas económicas indispensables para el renacimiento de nuestro país, como fue el plan Marshall. Los demás representantes de la delegación italiana atestiguaron más tarde que mientras se daban las varias intervenciones ellos habían continuado rezando intensamente, ya que aún no se tenía la certeza de que les iban a conceder un espacio para hablar. De aquí aparece claramente de donde nace la buena comunicación: ¡de la oración! Da también a nosotros, Señor, la sabiduría para una comunicación que nunca favorezca estériles diatribas, más bien que sepa sucitar mucho bien capaz de resolver también las situaciones más difíciles.