VI semana de Tiempo Ordinario – Sábado
La Transfiguración
Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo».De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Mc 9,2-9
Hay ocasiones en la vida, durante las cuales, en medio de la rutina de nuestros días, de repente la verdad se ilumina y nos es dado de captar el misterio. El poeta Giovanni Pascoli diría: «Como un ojo que grande,y asombrado, se abrió,y se cerró en la negra noche.” Así son los momentos de la solución imprevista de un viejo problema, como aquellos en los que el hombre de ciencia llega a la fórmula que resume el funcionamiento de la realidad de las cosas. O son momentos que vienen repentinos, como cuando encontré a la mamá por la primera vez, o cuando, meditando una parábola del Evangelio, nos sentinos misteriosamente proyectados al centro de la verdad. Pedro, Santiago y Juan, quienes siempre lucharon para entender a Jesús y el significado de su misión, hoy se sorprenden por la experiencia del monte Tabor: no saben qué decir y están aterrorizados. Advierten sólo de encontrarse de repente en el corazón de la historia de la salvación, junto con Elías, Moisés y Jesús, que en esta escena es el centro, el iluminado. Es Él quien se transforma, y son sus ropas que se vuelven resplandecientes y blanquísimas:»tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas». Es Jesús el que el Padre indica como el punto de apoyo de la historia de la salvación: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo» Elías y Moisés representan el pasado, y los tres apóstoles la Iglesia futura. Pedro se da cuenta de estar viviendo un momento único y privilegiado, y querría que este momento no tuviera fin, para no tener que volver a la penumbra de las dudas y de la difícil comprensión: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Para él no propone nada: ¡a él le basta sólo permanecer allí!. ¡No será así!. Pero aquel momento constituirá para él el punto de partida de su futura misión, porque cada iluminacón, cada descubrimiento, cada invención, cada enamoramiento y cada momento de verdad, son siempre un punto de partida,y no de llegada.