ESFL159

VI semana del Tiempo Ordinario – Martes

El signo del pan

Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: «Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes». Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: «¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?». Ellos le respondieron: «Doce». «Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?». Ellos le respondieron: «Siete». Entonces Jesús les dijo: «¿Todavía no comprenden?». Mc 8,14-21

El evangelio de hoy nos habla dela Providencia poniéndonos una serie de preguntas, que se concluyen con la más trágica de todas: “¿Todavía no entienden?” Los discípulos están preocupados porque, al subirse a la barca para atravesar el Lago de Tiberíades, se dan cuenta de llevar consigo solamente un pan, que debería de bastar para todos ellos. El hecho de haber vivido las dos experiencias de la multiplicación de los panes, cuando comieron cinco mil personas primero y cuatro mil después, no los ha liberado del miedo de no tener alimento suficiente. En la barca, que representa la Iglesia, – aún la doméstica – es necesario sóo un pan, es decir Jesucristo. Con este pan nadie muere de hambre y es suficiente para alimentar a muchas otras personas, como Jesús recuerda a sus discípulos tan preocupados. No se trata sólo del pan material, sino de nuestras necesidades, ya que toda necesidad está comprendida en el Padre Nuestro: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Por desgracia el milagro del pan cotidiano va en contra de dos peligros que son el de reducir la fuerza  y de esconder el signo: “¡Pongan atención, y guárdense de la levadura de los fariseos y de Herodes!” El pan de la Providencia, para liberar toda su fuerza, tiene que liberarse de la corrupción ideológica de la ley y de la corrupción económica y política del ñoder, representadas por la levadura de los fariseos y de Herodes. La ley, que debería ser protección de los débiles, cuando prevale el egoísmo de los individuos y de los grupos sociales, corre el riesgo de identificarse con el derecho del más fuerte. Esto sucede siempre en los gobiernos dictatoriales, abiertos o cubiertos por máscaras, en los que “la ley” y “el poder” se ponen de acuerdo, sobre la base de compromisos que terminan aplastando a los más débiles. La levadura de los fariseos y de Herodes, de los que debemos cuidarnos también nosotros, annulan con frecuencia el poder milagroso de aquel pan, que diariamente nos da el Señor a todos, pero que llega sólo a muy pocos.

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