V semana del Tiempo Ordinario – Miércoles
Nos convertimos en lo que contemplamos
Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: «Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!». Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola. El les dijo: «¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?». Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos. Luego agregó: «Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre».
Mc 7,14-23
El corazón humano tiene dos inclinaciones: al mal y al bien. «del corazón de los hombres,-dice hoy Jesús- es de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino» Son estas cosas las que pueden contaminar a las personas, ya sean alimentos o imágenes. Él, en la lectura de hoy, declara puros todos los alimentos, pero queda siempre abierto el discurso sobre las imágenes. Del corazón del hombre nacen también las inclinaciones al bien, las que Pablo llama los frutos del Espíritu: » amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza”( Gá 5,22-23 ). Cómo el hombre pueda manejarse entre estas dos inclinaciones tan opuestas está expresado en un aforismo rabínico que explica el primer mandamiento: «Amarás a Dios con todo tu corazón, es decir, con sus inclinaciones, al bien y al mal». Nadie puede, de hecho, quitar de su corazón la inclinación al mal:lo importante es que ésta no le impida amar a Dios, que nos acepta como somos. El verdadero problema del hombre no es su pecado: sino el hecho de que éste le impide ir a Dios, porque no se siente digno. Nosotros, sin embargo, tenemos una manera de orientar nuestro corazón hacia los frutos del Espíritu, en vez que al mal: y es el contemplar lo que es justo, bello, santo y verdadero,porque el hombre se convierte en lo que contempla. Y así nos reanudamos al tema de las imágenes que habíamos dejado suspendido. Debemos preocuparnos más de las imágenes que vemos, que de los mismos alimentos: por lo tanto tenemos que eliminar de nuestros intereses cotidianos muchos programas de televisión, libros, periódicos, los líderes de la publicidad y de la opinión que guían nuestros pensamientos hacia el mal. Esta es la manera de contrarrestar nuestra inclinación al pecado: atacándolo en sus raíces, como todos los días los hombres …. se cortan la barba.