ESFL132

II semana del Tiempo Ordinario – Miércoles

La maldición de la ley

Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre que tenía una mano paralizada.Los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: «Ven y colócate aquí delante». Y les dijo: «¿Está permitido en sábado hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?». Pero ellos callaron.   Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: «Extiende tu mano». El la extendió y su mano quedó curada. Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para buscar la forma de acabar con él.Mc 3,1-6

En su vida pública  Jesús se ha ido manifiestando progresivamente como el Mesías, aumentando en sus discípulos, y en parte del mundo judío de   de su tiempo, la convicción de que había llegado a la tierra para salvar a la humanidad del pecado y que era el Señor del sábado. En el evangelio de ayer se limitó a dejar que los discípulos tomaran algunas mazorcas de maíz, al cruzar un campo en  día de sábado: y hoy en día, siempre en un sábado, entra decidido en la sinagoga y sana la mano seca de este hombre. Su actitud trastorna todo el ambiente de la sinagoga:los fariseos, que hasta ahora se habían limitado sólo a elevarle algunas críticas y a definirlo blasfemo,hoy unen incluso sus fuerzas con los herodianos, sus rivales más odiados,para eliminarlo. Se trata de una alianza política, como siempre han existido en la historia y  que los herodianos aceptan sólo para adquirir créditos respecto a los fariseos. Esta alianza hace resurgir de nuestros recuerdos escolásticos la que hizo Cavour con los franceses cuando se decidió a combatir, en Crimea, una guerra sólo instrumental para sus intenciones políticas.

Pero ¿por qué los fariseos están tan obstinadamente sujetos a la ley y a la observancia del sábado? Tal vez debido a que exigiendo el respeto de estas tradiciones, se engañan a sí mismos pensando de poder echar a Dios fuera de la humanidad: no aceptando que Él forme parte de ella.

Jesús no responde a los fariseos con argumentos legales, pero les explica el aspecto salvífico de este milagro, y con él, el sentido de toda su obra mesiánica. En este pasaje se manifiesta la verdadera esencia de lo que es la maldición de la ley, cuando no se propone el bien del hombre. Estos fariseos, que hoy corremos el riesgo de imitar, apelándose a la ley querrían dejar a aquel hombre en su enfermedad. Es la dureza de corazón, y no la justicia – dice hoy Jesús – lo que nos impide de ir más allá de la ley para poder ver en cada ser humano un hijo de Dios, y no sólo una entidad jurídica. Tal vez, reflexionando sobre esta página del Evangelio, hemos entendido algo más sobre la misión de nuestro hijo Gianluca entre los inmigrantes clandestinos de Castelvolturno.

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