I semana del Tiempo Ordinario – Sábado
Jesús y la respetabilidad
Al pasar vio a Leví… sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El se levantó y lo siguió.Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: «¿Por qué come con publicanos y pecadores?». Jesús, que había oído, les dijo: «No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores». Mc 2,14-17
El evangelio de hoy es un icono con dos escenas: la llamada de Mateo y la fiesta de Jesús con los pecadores. Mateo está sentado en el banco de los impuestos, bloqueado como el paralítico de ayer, y ocupado en ganar dinero con un trabajo que muchos consideran poco honesto. Jesús lo llama; Mateo se levanta y lo sigue. Con esta escena, admirablemente retratada en una pintura de Caravaggio, Jesús rompe todos las divisiones sociales entre justos y pecadores. Con su entrada en las vicisitudes humanas, no hay más justos y pecadores:hay sólo hombres y mujeres que, en la medida en la que se sienten pecadores, son justos. Se trata de un primer golpe a la respetabilidad de todos los tiempos;el segundo golpe,todavía más fuerte,lo da en la segunda escena, durante el almuerzo con los pecadores. La predilección de Jesús por las “personas poco recomendables” como los publicanos y las prostitutas, ha siempre sorprendido y escandalizado a las personas de “sólidos principios morales»,equilibradas y respetuosas de las buenas normas de la vida civil. En el Evangelio de hoy Él está sentado a la mesa con estas personas, que los escribas y fariseos consideraban el deshecho de la sociedad. Podrían aceptar que Jesús se dirigiera también a ellos,pero para corregirlos con sus enseñanzas,por eso se escandalizan al verlo sentado a la mesa en compañía de ellos con una alegría convival. Este deseo suyo de compartir los momentos alegres con los pecadores,nos recuerda al Dr. Moscati, que la Iglesia hace poco tiempo ha proclamado santo. Él, no obstante fuera un excelente médico, optó por curar y atender a los pobres de la Nápoles de su tiempo, compartiendo con ellos tanto el sufrimiento y la miseria que los momentos de alegría, con el espíritu alegre de los napolitanos.
La verdad que brilla en esta página del evangelio es el reconocer que la salvación es un don y por lo tanto los justos no son los que se creen tales, sino aquellos que sienten la necesidad de este don y lo aceptan con entusiasmo. Para poder festejar con el Señor,se necesita,entonces,encontrar y reconocer las zonas caliginosas de nuestras vidas:porque son éstas las que nos permiten sentarnos a la mesa con Él, junto con Mateo y sus amigos de cuestionable reputación, de modo que la luz de la salvación pueda alumbrarlas.