ESFL127

I semana del Tiempo Ordinario – Jueves

 Los emarginados se salvaràn

Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme».Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado». En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos, Y acudían a él de todas partes. Mc 1,40-45


La figura de este leproso nos hace reflexionar sobre el problema de la  marginación. Me pregunto por qué la sociedad, las organizaciones, e incluso los contextos familiares, en algunos momentos para poder sobrevivir sienten la necesidad de excluir a ciertas personas. Parece casi que alejando ciertas personas o ciertas categorías de personas, tratamos de   eliminar todo lo que de mal, de enfermo o desequilibrado existe en nosotros, de manera que, relegándolos al exterior de nuestro medio ambiente, tenemos la sensación de ser mejores. Surge, entonces, el marginado, en el que se descarga, y casi se exorcisa todo el mal de la sociedad. Estamos hablando de cada tipo de marginado: de los ancianos, de los discapacitados, de los enfermos, de los encarcelados, de los forasteros, de los pobres, de todos aquellos con quienes el Señor se identifica: «tuve hambre, … tuve sed, …estaba desnudo, …estaba enfermo, .. estaba en la cárcel, y me vinieron a ver» (Mt 25,31-36).

Debemos darnos cuenta de que sólo dándoles de comer, de beber, dándoles hospedaje y yendo a visitarlos, es como los marginados vuelven a la normalidad, y los que viven en el ámbito de la normalidad pueden hacer su camino de redención. Es la dinámica social en la que se alternan y se entrelazan la maldad y la santidad, porque el hombre, a diferencia de todas las demás criaturas, tiene mezcla de bien y de mal.

Al final, aunque pueda parecer increíble, serán los marginados a salvarnos, como Jesús – el marginado por excelencia –  nos salvó, perdonó y redimió en el Calvario: «La piedra que los constructores rechazaron ha llegado a ser la piedra angular» (Mc 12,10). Es un misterio maravilloso, ante el cual todas las  reflecciones se convierten en una oración: «Líbranos, Señor,de un evangelio  fácil, evidente, obvio. Líbranos de un evangelio de élite. Danos un evangelio más pobre , pero compartido».

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