Tiempo de Adviento – 21 de diciembre
El aborto es homicidio
En aquellos días, María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno, e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «¡Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a visitarme? Apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno. Feliz de ti por haber creído que se cumplirá lo que te fue anunciado de parte del Señor».Lc 1,39-45
Desde que, en Italia, ha entrado en vigor la Ley 194/1978, cada año, el Ministro de Salud denuncia oficialmente doscientos cincuenta mil abortos. Esto quiere decir que los efectivos deberían de ser de trescientos mil a trescientos cincuenta mil. Cada año desaparece sin dejar rastro, una ciudad potencial como Florencia. Y lo increíble es que esto no se hace por la mano de la perversidad, sino en aplicación de la ley y con la colaboración de las estructuras sanitarias. El pasaje del Evangelio de hoy nos cuenta que: «Apenas esta oyó el saludo de María, el niño saltó de alegría en su seno». Así que el feto, que después de tres meses se convertiría en Juan el Bautista, al saludo de María, se llenó del Espíritu Santo, aun antes que su madre. Es un hecho que nos hace reflexionar: Aquel niño que no había nacido todavía, en modo misterioso pero real, advirtió de inmediato la presencia del futuro Mesías en el seno de María. Estamos de frente al misterio de la vida: desde el principio de la concepción, el ser humano tiene su propia sensibilidad y también además una vida espiritual, aunque inconscientemente. Son verdades que se deben anunciar a cada mujer que se presente en el hospital para solicitar un aborto. «El niño que llevas en tu seno, ya ha advertido tu voluntad de suprimirlo. Vuelve a tu casa pídele perdón y ámalo como Dios lo ha ama”. No es bueno confiar el misterio de la vida y la muerte en las manos de los médicos sin fe. Nuestro amigo Franco Pianetti, médico quirurgo, un día nos confió: “Mi mayor alegría, ahora que soy anciano, es la conciencia de haber ayudado a ver la luz a casi quince mil niños y de haberme rehusado de procurar abortos voluntarios”. Todas las veces que nos encontramos me viene a la mente un pensamiento de Plutarco: “Es hermoso llegar a viejo con una mente honesta, como en compañía de un amigo sincero”.