ESFS141

V semana de Cuaresma – Domingo

“Tampoco Yo te condenaré, Vé…”

Jesús ….  volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a el. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles.

Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés, en la Ley, nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y tú, ¿qué dices?». Decían esto para ponerlo a prueba … Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: «El que no tenga pecado, que arroje la primera piedra». E inclinándose nuevamente, siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Alguien te ha condenado?». Ella le respondió: «Nadie, Señor». «Yo tampoco te condeno, le dijo Jesús. Vete, no peques más en adelante». Jn 8,1-11

El texto de hoy puede ser considerado como un paradigma del evangelio: el encuentro entre el pecado del hombre y la misericordia de Dios. Jesús de Nazaret anuncia y trasmite el amor del Padre y los pecadores lo reciben, porque tienen sed de ella: todo hombre desea ser perdonado para reconquistar la imagen positiva de sí mismo. Nos viene a la mente la alegría de Mateo, cuando Jesús lo llamó a seguirlo, y el baquete dichoso en su casa, con la participación del Maestro entre las críticas de los de los escribas y fariseos.

En el pasaje de hoy, la escena es la misma: Jesús perdona a esta mujer que los escribas y fariseos le traen delante de Jesús afin de que la condene. Nosotros también como la adulltera, traicionamos continuamente al Esposo que el Padre ha mandado, pero Él está siempre dispuesto a perdonarnos, si nosotros, como el hijo pródigo de la famosa parábola, nos arrepentimos y regresamos. Es más, para que nosotros pudiéramos tener siempre a disposición el perdón, ha instituido el sacramento della reconciliación, o de la confesión. Pero este sacramento que cancela nuestros pecados tiene un efecto unilateral. En el cielo se perdona siempre, pero en la tierra no sabemos nosotros perdonar. Pero no son sólo los demás, sino nuestra conciencia es la que nos lapida continuamente impidiéndonos recibir la plenitud del amor gratuito de Dios. Este es el origen de muchas enfermedades psíquicas, originadad de una visión negativa de sí, que los psicólogos y psiquiatras tratan de combatir, con pocos resultados y considerables gastos para los pacientes. La verdadera terapia para estos disturbios de la mente y del corazón se el perdón, pero no es fácil obtenerlo, porque Dios persona siempre pero nosotros no nos perdonamos algunas veces y el mundo no perdona nunca: una adúltera permaneces siempre una adúltera, y un ladrón será siempre un ladrón. La única cosa que podemos hacer , para salir de esta prisión, es de orar al Señor para que nos dé la conciencia profunda de su amor.para así sanar de la falta de perdón, ya sea el que nosotros llevamos a cabo, o el que los demás nos niegan.

Haznos sentir, Señor, la petencia de tu amor gratuito, que no pide nada más poder amar y perdonar.

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